Madrid anoche |
Ayer, tras haber
participado en la manifestación del 23F, descubrí que nada había cambiado, que
la policía es la misma, tan estúpida como siempre, y que la gente sigue igual,
pero menos implicada que antes.
Nada ha cambiado, algo
que hace tiempo ya intuí. De mis compañeros no encontré ninguno, seguramente
por sentirse solos o desubicados, o también podría ser por el mucho frío que
hacía.
Unos cuantos policías
de paisano en las bocacalles, simulando ser parte de los manifestantes, pero
con tanta torpeza que daban pena, y tres o cuatro en el centro vociferando como
locos. Busqué más a mí alrededor pero sin fortuna. Faltan las chicas, me dije,
han de estar en algún lugar y acompañadas. Esos tipos son demasiado clásicos y seguro
que no las dejan solas. Estuve a punto de fotografiar alguno. Habría sido hasta
divertido.
Con las manos en los
bolsillos y media sonrisa observé a la gente, a los que repartían volantes, a
los que ya marchaban y a los que se quedaron para provocar. Al fin
me largué, era mejor ramblear que seguir allí, entre los cien o doscientos que
quedaban.
Mañana llamaré a
Mónica. Por extraño que parezca es la primera manifestación en la que participo
a pie de calle y no se lo va a creer.
-Por fin lo has
conseguido –me dirá divertida. Luego quizá tomemos una cerveza por ahí y le
cuente las vicisitudes de la aventura, hablar de mi vieja obsesión por
localizar a los perros y recordar sus caras, aunque luego no me sirviera de
nada. Era Helena quien se encargaba de eso, de localizarlos y perseguirlos.
Hace tiempo Mónica me preguntó que dónde buscaría a los nuevos soplones.
Hace tiempo Mónica me preguntó que dónde buscaría a los nuevos soplones.
Los externos en su
mayoría entre los paquistaníes, respondí. Los conozco y sé cómo son, cómo
trabajan. Hablan poco, saben ver y escuchar, recuerdan y son formales; además,
muchos están en la cuerda floja y necesitan estar de buenas con la policía, y
viven y trabajan en las zonas adecuadas.
¿Y el topo? Preguntó después. Pues entre los que más hacen o se ofrecen. Yo mismo podría ser uno de ellos, con una empresa que gana poco y vende como puede, en caso que tuviera que ocultar algo a Hacienda por ejemplo. El típico eslabón débil, respondí.
¿Y el topo? Preguntó después. Pues entre los que más hacen o se ofrecen. Yo mismo podría ser uno de ellos, con una empresa que gana poco y vende como puede, en caso que tuviera que ocultar algo a Hacienda por ejemplo. El típico eslabón débil, respondí.
Como siempre nada ha cambiado, ni siquiera el régimen. Lo que Mónica y yo deberíamos preguntarnos es qué hicimos tan mal para que ahora estemos así, viviendo en una democracia tan falsa como aparente. En pocas palabras: con una transición inacabada. Pero es malo torturarse con preguntas que no tienen respuesta o, en caso de haberla, nada tiene que ver con nosotros. Es y fue el país, su gente y su talante, el culpable, no los que lucharon entonces y mucho menos los que dejaron la piel por ello, que hicieron mucho más de lo que les debería haber tocado.
Maldito país y maldita su gente, maldita mil veces por haber consentido lo que hay, después del sacrificio de tantos.
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-¿Es que no tienes miedo?
Es mi hija quien pregunta. La miro a
los ojos y pienso. Recuerdo haber pasado miedo, mucho miedo, yo era muy
temeroso. No recuerdo cuándo lo perdí. En mi historia lo explico con detalle,
pero solo es suposición. No sé si se fue repentinamente o súbitamente, aunque
es posible que fuera esto último, al sentirme perdido en la nieve o cuando tuve
que atravesar un cortafuegos completamente helado. No lo sé, no puedo
recordarlo.
-Responde, ¿no tienes miedo? –Inquiere
impaciente.
Y despierto de mi ensoñación. No sé
qué responder, no recuerdo qué es el miedo, Amara ya me conoció sin él, por eso
nunca me preguntaría tal cosa. No lo hizo en el mar, con las olas barriendo la
cubierta del barco; tampoco cuando me lancé en paracaídas, después de haber
omitido mi hernia en el informe; ni cuando escalé la pared del edificio de su
hermana recién casada, para darle un buen y divertido susto; ni siquiera me lo
preguntó, cuando con tanta facilidad pude perderla por nuestra manera de vivir.
Solo Anna me avisó entonces, más divertida que preocupada.
-Inteligente, bellísima, más joven que
tu... ¿Ya sabes que si sigues brindándole esta vida, es posible que termine conociendo
alguien más sensato que nosotros?
Y me encojo de hombros, seguramente
como hice aquel día. Eso es lo mismo que no tener dolor o frío, o no sentir la
llama cerca de tu piel. Existe una enfermedad que insensibiliza el cuerpo
frente a estos fenómenos. Yo no siento el miedo, quizá mi enfermedad provenga
del cerebro.
Y recuerdo a Jep, su pregunta dirigida a Mónica y a mí a partes iguales, a la vuelta de nuestro impetuoso primer salto en Ala Delta, sin aprendizaje previo y desde lo alto de Alp.
Y recuerdo a Jep, su pregunta dirigida a Mónica y a mí a partes iguales, a la vuelta de nuestro impetuoso primer salto en Ala Delta, sin aprendizaje previo y desde lo alto de Alp.
-¿Es que nunca tendréis miedo a nada?
Y la mirada de su
compañera, escurridiza como ella, su silencio y su probable gesto de no saber
de qué le hablan.
-¿Para qué? –Respondí por
los dos, aun sabiendo que sirve para sobrevivir.
Cuando arriesgo por gusto hasta un límite excesivo, incluso para mí, solo pienso que lo único que puede pasar es que me mate, o sea, anticipar unos años lo irremediable, una milmillonésima parte de la vida de las estrellas, adelantar el desacoplamiento de un inapreciable conjunto de átomos de este Universo. Es bello mirarlo así, a partir de una realidad tan subjetiva, sin emociones que estorben a la inteligencia.
Cuando arriesgo por gusto hasta un límite excesivo, incluso para mí, solo pienso que lo único que puede pasar es que me mate, o sea, anticipar unos años lo irremediable, una milmillonésima parte de la vida de las estrellas, adelantar el desacoplamiento de un inapreciable conjunto de átomos de este Universo. Es bello mirarlo así, a partir de una realidad tan subjetiva, sin emociones que estorben a la inteligencia.
Es imposible que Jep y
mi hija puedan entendernos; como a Anna, que le da tanto valor a la vida, que
es capaz de perderla por salvar o mejorar la de otros.
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Siempre es un placer leerte, y sí... maldito país...
ResponderEliminarUn beso.
Sakkarah
Pobre país diría yo
ResponderEliminarPobre país diría yo
ResponderEliminarPaís o lo que sea.
ResponderEliminarMe recuerdo caminando por la Gran Vía. Aun no habia llegado el otro 23F aquel de Rumasa. Yo trabajaba entonces en uno de aquellos bancos y estaba haciendo un curso en Madrid. Salíamos todas las noches a cenar y pasar un rato y si me recuerdo, porque cada día había una manifestación de algo . Aquella noche como todas salimos todos juntos y caminábamos por la acera como decía en la Gran Vía. Un policía se acerco a nosotros y nos dijo disuelvanse tienen que caminar como mucho de cuatro en cuatro vamos disuelvanse. Empezamos a correr creo por la calle del Carmen y acabamos en la Puerta del Sol donde nos fuimos a dar de narices con mas maderos de los que ningún chico de provincias podría pensar en su vida que se iba a encontrar magníficamente pertrechados para dar caña. Lo único me me vino a la cabeza fue: -Salimos de Málaga y nos metemos en malagon. ¡Que sea lo que el cielo quiera!
Pero bueno vivido queda. Al menos hemos estado justo dentro de la historia y no esta nada mal. Ya veremos mas adelante.....
Salud.
Estuve en la manifestación en Barcelona. Convocada por organizaciones recién nacidas, asamblearias y que intentan organizar de la nada a los que pensamos que hay que luchar, aunque solo sea por dignidad, porque quedarse callados es mil veces peor.
ResponderEliminarCon los limitados recursos con los que se contaba (yo estoy en una de esas coordinadoras de docentes) todo salió bien. ¿De qué sirve? Insisto: sirve para resistir, sirve para mantener la dignidad de la rebeldía... y quizás pueda servir en el futuro para lograr algo más... o no. Mil veces peor el silencio, la desesperanza y la docilidad............. por lo demás, la policía es lo que es.
Buena semana!!
Pues yo no diría maldito país, que qué culpa tendrá el país, ¿Que culpa tiene Marín mi amigo pescador que a sus ochenta y tres años, aún salé de pesca cada madrugada a por cuatro robalizas, porqué tras setenta años de humedad, no le llega con esa pensión de 600 euros. o Roberto que, o se mete a escondidas donde mas azotan las olas, con el neopreno rajado a extraer unos percebes de las rocas o no come y aún le dicen furtivo y le persiguen las tropas, aunque le deniegan la licencia? Aquí, amigo Pau, los culpables tiene nombres y apellidos, en su mayoría ostentan cargos públicos, se venden y se compran en el mercado de las honestidades y gozan de renombre y de creciente fortuna. Y no sigo, porqué no debo, pero estando de acuerdo en todo lo que dices, hoy tenía que matizar. Un abrazo.
ResponderEliminarErik, yo ya no sé si estuve dentro para ser utilzado o fue ella la que me utilizó.
ResponderEliminarLaura Uve, una lástima que no nos conozcamos. Tan cerca y tan lejos y probablemente casi nos rozamos. Estuve en la plaça de Sant Jaume hasta tarde, cuando ya éramos pocos.
Carlos, ya conoces lo que pienso del país y que también nuestros paisanos se empeñan en darme la razón. Evidentemente, cuando hablo del españolito estoy generalizando.
Generalizar: "Abstraer lo que es común y esencial a muchas cosas, para formar un concepto general que las comprenda todas."
Generalizar es malo, pero necesario para definir circunstancias y costumbres, siempre y cuando sean las de una mayoría. Por supuesto, para mayoría yo sumo a los que pasan de todo, a los que votan sabiendo que lo hacen a un estafador, a una banda de mafiosos o a unos cafres por serlo y porque les caen simpáticos. En definitiva, al día de hoy nadie puede escudarse en que no sabe, no conoce o no existe alternativa. Lo dicen, sí, pero mienten aun sabiendo que su interlocutor lo sabe. Esta evidencia se basa en que no existe un estúpido tan estúpido, lo he constatado personalmente entre mis conocidos, vecinos, familiares, etc. y se demuestra mucho más cuando miran al suelo o se esconden para evitar el tema, no por vergüenza sino por no tener que dar una explicación que solo se soporta con la paranormalidad.
Y sí, con solo sumar descubrimos que una mayoría de la ciudadanía española es así. No hace falta buscar excusas o explicaciones extrañas. Es así porque le ha tocado, tal como Italia es un vodevil, Grecia una amalgama de vagos que miran de vivir del vecino, Irlanda un puñado de pecadores que se cofiesan cada domingo para el lunes volver a pecar, y Portugal un país del que la gente trabajadora e inteligente siempre ha querido marchar. Y esos países, junto a Rumanía y Serbia, tienen un denominador común: son católicos y sus iglesias gobiernan sobre las mentes de sus gobernantes. Francia también lo es, pero su iglesia no gobierna, ya que su ciudadanía y su sistema es absolutamente laico. Estos países también tienen un denominador común: su desdén por la democracia y su afán por la corrupción.
Yo no odio a los españoles, pero sí siento rencor a la mayoría de ellos y rabia contra mí mismo por haber perdido tanto tiempo y estudios por conseguir algo que ellos no deseaban, también por los compañeros (que no conocí) que dejaron la piel por lo mismo. Ahora, quizá demasiado tarde, he descubierto que ninguna colectividad merece el sacrificio de uno de sus individuos, porque en el momento que lo necesita, es porque es incapaz de defender o conquistar por sí sola lo que consigue con este sacrificio. Por eso digo que cada país tiene lo que se merece y lo que conquistamos entonces se ha perdido por la desidia y falta de autoestima del españolito.
Por cierto... conozco tipos que no llegan a fin de mes, desahuciados y viviendo en casas ajenas, que votan a CIU aun sabiendo... porque son catalanes, porque llevan la bandera y porque no son de izquierdas.
Malditos no, tontos sí.
ResponderEliminarCreían que todo estaba superado y la democracia asentada.
Disfruten lo votado, decía una camiseta, cuando llegaron los mineros. Es lo que todos debemos asumir. El voto estúpido les ha colocados en todos los lugares, aunque la mayoría no les han votado.
Cada vez vamos más y eso me gusta. No sé cuando se iniciará el cambio y a partir de ese día, habrá que seguir luchando.
Besos
Luna