JASMIN

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Paulette Goddard

  Escrito el pasado jueves.

Hoy, antes de entrar en el Metro he tropezado con Fátima, en su bici y con el niño atrás, en su sillín de color rosa. Y he bromeado sobre el color escogido para la sillita.
-Es de niña –le digo al oído, aunque poco pueda entender el pequeño y tampoco le importe.

Nos reímos, ninguno de los dos arrostramos prejuicios de este tipo, sin embargo, antes de escoger ese color yo me lo habría pensado; y es que, por mucho esfuerzo que haga, algo queda incrustado en la mente, aunque no en el espíritu. Esta vez iba sin su típico pañuelo, por lo visto ya se le ha pasado el ansia de querer marcar la diferencia, sobre todo frente los amigos de su compañero.

Hace nada me despedí de Jasmin, mi amor más escondido, una de las poquísimas mujeres que han conseguido traspasar mi impermeabilidad y por las que iría al infierno. La presenté a mi hijo y a mi “nuera”. Quería, antes que ellos marcharan al centro del Atlántico y ella a Marruecos, que conocieran a mi más que amiga y a la amiga de su madre, tan joven como ellos y tan madura como yo.

-¿Es guapa, verdad? –Les pregunté a la vuelta y con tres gin-tónics en el cuerpo.

Mi nuera no respondió por educación y por algún resquicio de prejuicio, de esos que muchos chulean no tener y cuando toca no saben esconder. Mi hijo calló por no saber si mi pregunta era de provocación o provocada por la presunta sobrecarga etílica. Y no, no era ni lo uno ni lo otro. Jasmin es muy hermosa, una de las mujeres más bellas que he conocido y en todos los sentidos: culta, inteligente, abierta, valiente, noble, y, tal como la disfruto como amiga, quiero compartirla con los míos.

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La nueva revolución ya no tratará sobre ideologías ni del choque entre ellas, incluso es posible que no haga falta violencia y guerras para llevarla a cabo. Lo hará sobre una nueva manera de vivir y relacionarnos con los demás, en la que lo más importante, lo que marcará la diferencia con el pasado, será la manera de compartir.
En el futuro tendremos que aprender a compartir la riqueza, los alimentos, la ciencia y la cultura; eso o estamos abocados a la extinción de la especie.

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Hoy leo que la gente ha expulsado de la manifestación contra los desahucios, a López Aguilar y Beatriz Talegón.
Una manifestación de este tipo, con su carga emotiva y humana, no debe ser prostituida por agentes que solo buscan un indecente protagonismo político. Ser del PSOE y decir que se está contra los desahucios es de estúpidos, de indecentes o de paranormales.
López Aguilar y Beatriz Talegón tienen dos opciones, una es quedarse en casa e intentar vivir por lo que son, y la otra romper el carné y darse de baja del PSOE; pero en misa y repicando seguro que no.

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