domingo, 20 de mayo de 2012

CAMBIO

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No hay manera de corregir el fallo en seguridad, por lo que deberé pasar temporalmente a Blogia.




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martes, 15 de mayo de 2012

EL NANGA PARBAT

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Sueño con él, no puedo quitarme de la cabeza sus últimas palabras, las últimas recomendaciones. A mi hermana le pasa lo mismo, pero ella llora. Yo no puedo, o quizá sí, pero tan en mi interior que no...
Ayer ayudé a mi hermana a deshacer la casa, decidir lo que debe venderse y regalar, lo que quiere ella y lo que yo; y durante un instante lo sentí a mi lado, como si esperase algo. Ha sido un momento, suficiente para preguntarle por qué me ha dejado.
Con ella no sueño y no entiendo porqué. Dicen que a las madres se las echa más en falta, sin embargo, debo desplazarme mucho tiempo para recordarla como me hubiese gustado.
Nunca hubiera imaginado que terminaría sintiendo algo así, nunca, porque nunca me hicieron falta ni fueron mucha carga para mí.
¡Mierda!
¿Por qué debo sentirme culpable si he interferido en su vida cien veces menos que ellos en la mía?

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Amara me pide que deje de corregir el maldito libro, pero no puedo. El Nanga Parbat no estaba a nuestra derecha sino frente nuestro y apenas podíamos verlo. Era nuestro faro, eso sí, pero a cien kilómetros y, con tanto monte por medio, poca punta podía verse.
El Nanga Parbat y su ancha cumbre nos salvó de perdernos, por eso lo recuerdo tan vivamente, aunque durante casi toda la aventura solo lo viera entre sombras y muy parcialmente.
Años después, en el barco y sin costa a la vista, lo recordaría todas la veces que me vi obligado a utilizar el goniómetro. Han pasado treinta y nueve años, para muchos toda una vida y, sin embargo, todavía lo tengo presente, aún podría dibujar su peculiar y gigantesca cumbre.
¿Cómo puedo olvidarme de algo así?
No, no puedo dejar de corregir. No hacerlo sería como decir que Los Pirineos están al este de Barcelona, cuando todos saben que no es cierto.

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martes, 8 de mayo de 2012

TODA UNA VIDA

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Las cartas que envié a mi familia durante mi servicio militar; las notas que sacaba en la escuela; las cartas que ella enviaba a mi padre, viajante de comercio, antes y después de casarse; los recibos de los muebles que compraron en mil novecientos cincuenta, los de su viaje de novios; sus partidas de nacimiento y el certificado de su boda... Y encuentro su diario, como cuenta de qué modo me salieron mis primeros dientes y mil cosas más. Sesenta y un años de diario escrito en perfecto y sencillo catalán.
Tantos años para, ahora, descubrir a mi madre.
Escaneo y reparo las fotografías para editarlas en un álbum virtual, lo prometí a sus nietos, pero me temo que haría falta toda una vida para hacerlo.

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jueves, 3 de mayo de 2012

DESASOSIEGO

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Hace seis meses Joan montó una, ¿por qué yo no? Él tiene a su hijo, yo a mi socia, que casi podría ser mi hija. A él no le va demasiado bien, pero más por los dos sueldos que paga, que por falta de negocio. Yo, con que mi socia gane algo tengo bastante.
Una chica capaz de vender frigoríficos en el Polo Norte, antes del cambio climático, con su clientela y una infraestructura casi perfecta.
¿Qué más puedo pedir?
Si funciona, antes de un año habré montado otra y así hasta aburrir.
Tengo cinco años para montar algo grande y a mi modo, luego me retiraré y a tomar viento.

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Ayer, revolviendo las fotos de mis padres, encontré una de Anna. Una casualidad casi imposible, ya que nadie recuerda tener una.
En Internet encuentro capítulos de sus dos libros y la mayoría de sus artículos, y de vez en cuando topo con el archivo de una entrevista radiofónica. Me gusta oír su voz, entre rota y melodiosa, su risa cantarina, sincera, alegre. Me gusta cómo habla y discrimina el bien del mal, sin siquiera cambiar el tono de su voz, con frialdad. Según Mónica eso lo aprendió de mí. Es posible, porque de adolescente la recuerdo pasional. Ahora esta pasión la utiliza para transmitir ciencia y seguridad entre los suyos.
Escribo su nombre en el buscador de Google: “imágenes de Anna x” Abro una que podría salir, es de una conferencia. Cinco personas sentadas en una larga mesa con micrófonos y una silla vacía, es la suya. Entro en el texto...
Anna x dijo...
Lo copio en el Word y lo guardo en una memoria externa. Es lo que haría ella. De vez en cuando me gusta leer sus escritos.
A mi vuelta sentí el sosiego que da una buena despedida, sin embargo, ahora, que en unos días hará un año, noto que quedaron muchas cosas en el tintero y vuelvo a sentir ansia por verla.

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Los veo en el Metro. Aún andan algo verdes, pero la vida los ha forzado.
Leo que el martes no salieron, eso dicen los medios, sin embargo, sé que no fue así.
Aprenden rápido y siguen una estrategia muy parecida a la nuestra. Seguro que son bien adiestrados por gente antigua y muy labrada, quizá viejos conocidos. De ser así, sé lo qué harán a partir de ahora. En todo caso les deseo suerte y que se anticipen sin necesidad de precipitarse. Si un día me necesitan, ya saben dónde encontrarme. Enfrente tienen los mismos subnormales, y me pregunto si serán capaces de llegar tan lejos como nosotros, de metamorfosearse como los camaleones y de cubrirse con una buena piel de salamandra.

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