viernes, 31 de enero de 2014

SIENTO GANAS DE LLORAR

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                   Sin cuerdas, con sangre y dolor en las manos. Así es como me gusta.



Ser el tesorero de los piratas tiene su cosa, esta vez han sido los certificados y Hacienda, que hace difícil lo que podría ser sencillo.
A las dos me meto en la cama, cansado pero feliz por haber terminado. Para el próximo año será distinto, ya todo estará preparado. Amara dormita, se revuelve inquieta, la beso y queda tranquila.

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Me gustan las personas. Me gusta la vida, el mar, mis hijos, la montaña, el sexo, Popol, y contigo no necesito disimular; puedo ser libre, disfrutar con una plenitud que nadie puede imaginar. Me gusta tu piel, tu tacto, tu calidez cuando me abrazas. A tu lado me siento segura y sé que tu también al mío

Hace rato que baila con un tipo. Veo como se pone de puntitas, alza su cuerpo y lo besa en el cuello. Todavía lleva el precioso vestido camisero de percal blanco, ya desabrochado hasta casi la cintura. Es de las pocas que aún van vestidas.
Una chica guapa y menuda que no para quieta, no deja de dar vueltas a mí alrededor mirándome con insistencia e inseguridad. No puedo situarla en ningún grupo de gente, parece que todos la conocen y están cómodos con ella. Por fin se decide y me pregunta si deseo beber alguna cosa. Joan y Vicki, sentados en mi mismo sofá, miran divertidos la escena.
-No, pero me apetecería bailar contigo.
Amara, aun estando vestida, es el espectáculo de la fiesta. Su gracia al moverse, sus gestos, y su manera de hablar. Se acerca uno de los amigos y pide paso para bailar con ella.
Joan y Vicki se levantan, han visto a gente conocida y aparentemente más tranquila.
La chica me llega justo a la barbilla, es simpática, inteligente y muy extrovertida. Me acaricia el pecho mientras baila. Habla mucho, pero con voz queda, suave y envolvente. Me mira a los ojos sin cesar, como si quisiera penetrar en mis pensamientos. Bajo la cabeza y la beso. Cuando me separo mantiene durante unos segundos los ojos cerrados. Me arrastra hasta el sofá, que ahora es para nosotros.
Amara y su pareja se alejan hacia un grupo de amigos, tres hombres y dos mujeres. La saludan y oigo alguna risa. Ella vuelve la cabeza y me lanza una mirada. Es un instante, el justo para que ninguno descubra a quién va dirigida. Una de las chicas se le acerca y tira de su cordoncillo ombliguero, trenzado por Jep con hilo de algodón y de oro. Ella arquea su cuerpo simulando resistencia, con gesto de rebosante erotismo. La besa en los labios, se los muerde con delicadeza.
-¿Es tu compañera? –Pregunta mi acompañante al ver cómo se dirigen hacia el pasillo.
Le acaricio el pecho como respuesta. Con cuidado empiezo a desabrochar su camisa, tal como ella ha hecho con la mía. Me besa mientras vigila su grupo de amigos.
- La ven a destrozar, ¿lo sabes verdad? –dice excitada
Una de sus manos en mi sexo, hinchado y duro. Sus pechos son pequeños pero perfectos, me recuerdan los de Mónica. Pezones duros y enhiestos, cilíndricos. Se los pellizco y sonríe.
-Si sigues no podrás resistirte.
-¿Aún menos?
-¿Te gusta mirar? Si quieres vamos con ellos.
Está más excitada que yo. Respondo que estará mejor sin mí, que así podrá ser ella con toda la plenitud. Se levanta y tira de mi mano para volver al baile. Nos acariciamos y nos besamos. Voy con cuidado, sin precipitarme. Me pregunta por Amara y me cuenta que su novio y su mejor amiga están con ella; que han decidido un intercambio, pero que prefiere la aventura antes que enrollarse con el compañero de su amiga.
-Antes que se conocieran había estado un tiempo conmigo y no es novedad para mí –dice con un mohín de aburrimiento.
Nos sentamos, ella tirada sobre mis piernas. Le acaricio el pecho, esos preciosos pezones que tanto me fascinan. Le abro la bragueta del pantalón y acaricio su vientre. Se incorpora y me besa. Se levanta y me lleva en dirección a un dormitorio. De camino abre la puerta donde está su grupo de amigos y se asoma. La sigo y me río al verla petrificada, con la boca medio abierta. Tiro de ella.
-Vamos, aquí no pintamos nada.
Me sigue en silencio, aún perpleja por lo que ha visto. Deseaba ver a su novio tirándose a su amiga, una tremenda y sensual morena, pero Amara es el espectáculo, impresionante incluso para mí. A medio camino, en un recodo del ancho pasillo, encuentro una mesa baja y alargada, justo al lado de una estantería con colgadores, con un cepillo colgando a un lado. Le obligo a echarse sobre ella, termino de desnudarla y le acaricio el cuerpo con el cepillo de ropa, suavemente al principio para medir su resistencia. Gime, se revuelve y me pide que haga lo que quiera con ella. Me recreo en su cuerpo, en su respiración, en el movimiento de sus caderas.

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Nos hemos sentado en dos mesas del rincón. Nuestros vecinos, una joven pareja que parece solo compartir amistad, escuchan disimuladamente nuestra conversación. Hace poco que hemos salido de JazzSi. A mi lado Mila habla por los codos. Amara y yo la escuchamos atentos y en silencio, asombrados por lo que poco a poco está descubriendo sin ningún complejo.
-Es cierto Popol, de no haber sido por tu manera de ser habríamos terminado siendo pareja. Yo estaba tan enamorada de ti como tú de mí, pero no podría haber soportado tu manera de vivir. Yo no puedo compartir un hombre y tú estabas enamorado de Mónica y de Anna, siempre lo has estado.
Hemos estado hablando de mil cosas, tantas que ya ni recuerdo, interesantes como ellas, pero frente el segundo mojito, quizá por la intimidad, por sentirse a gusto con sus dos amigos y por la pérdida de Richard, Mila decide abrir su espíritu. Un rato antes me ha descubierto el gran amor que Anna siente hacia mí.
-En tu segundo libro descubres la verdad, lo explicas a la perfección. Es curioso que no te hayas dado cuenta. Tú eres el amor de Anna, del único que ha estado enamorada.
No puedo ni quiero creerlo, no lo entiendo. De algún modo percibe mi incredulidad.
-Desde que volvisteis de Cachemira, Popol. Al principio no se atrevió, tu carácter una vez más te traicionó. Tu obsesión en contra la pareja. Luego fue Mónica, otra vez ella. Anna se sintió incapaz de competir con su amiga. Además, Anna es como yo, no concibe compartir a su pareja; el amor y el sexo tal vez, pero no hasta tal punto. Y al que siempre ha deseado es a ti. Anna es ditinta a todos, incapaz de coartar la libertad. Es como tú, por eso siempre se ha mantenido alejada de ti.
No sé qué decir, a Anna siempre la he creído incapaz de enamorarse. Sé que Biel es y ha sido su amor, pero más como amigo y compañero. Sé que no está enamorada de él, nunca lo ha estado.
Y recuerdo su estremecimiento al hacer el amor, su abrazo absorbente y tierno, sus besos tan enloquecedores; y su manera de amarme y de ofrecerme su vida. Quizá sea verdad y Mila tenga razón, siempre la tiene. Siento ganas de llorar.
De vuelta a casa Amara me habla, intenta consolar mi espíritu, sabe que siempre he estado enamorado de Anna, tal como de ella y de Mónica; pero que la convivencia es distinta y con Anna habría sido imposible. Lo sabe, pero calla, prefiere que sea yo quien lo descubra. Ella también ha estado enamorada de Anna, todo lo que una mujer heterosexual puede estarlo de otra mujer. Y sé que Biel ha sentido por ella lo mismo que yo por su compañera, que ha sido mutuo.
Es terrible ver, ahora con sesenta y dos, las cosas tal como son y no como imaginamos que eran. Y entender que nacimos en un mundo equivocado, que sufrimos y disfrutamos del amor como pocos, solo por ello.
No puedes vivir contra la sociedad, porque al final caes en ella y el revolverte te causa un dolor insoportable. No puedo echar para atrás, solo queda mirar para adelante y avanzar sin miedo.
Vivimos intensamente, quizá más que cualquiera, y lo hicimos con pericia porque aún estamos enteros.
-¿Qué harás cuando vuelva a marchar?
-Si puedo, irme con ella, aunque solo sea una temporada. Lo necesito -respondo mirándola a los ojos.
Y sonríe y afirma con la cabeza. No solo me entiende sino que también lo comparte. Sé que si no fuera por su salud, haría años que habríamos marchado lejos, muy lejos, quizá también junto a Anna.

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jueves, 9 de enero de 2014

Si los dioses existen nosotros somos el demonio

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"El bloque de las grietas (izquierdas)"
Revista satírica del 13 de enero de 1909 (nada ha cambiado)

-No hay dioses sin demonios. Quizá sea cierto que existen, y si lo es, no hay duda, nosotros somos el demonio.
Una maravillosa cena rebosante de amistad y de ternura. Nadie preguntó por lo sucedido en Myanmar y los que sabíamos no hablamos de ello.
Ha pasado tanto tiempo que alguno de nosotros ya había olvidado la cara del otro. Biel con menos pelo y plateado. A él hacía mucho que no lo había visto, mucho más que a ella. Nuestras charlas fueron por correo, a veces a través del chat, sobre todo por parte de Amara, que movió los hilos y lo hizo posible.
Hablamos como si no hubiese pasado el tiempo, como si recordáramos en qué punto habíamos dejado una interesante conversación.
¿Cuándo volveremos a encontrarnos?
Quizá dentro de unos días, de unos años o jamás.
Hay que aprovechar, pero no lo hacemos. Tal vez sí, porque reímos mucho y nos sentamos cogidos de la mano, porque hablamos de gente dispersa, de amigos entrañables.

Ayer Mila me llamó.
-¿Quieres venir a JazzSi? He quedado con Anna y Biel ¿Cuántos años han pasado Popol?
-Contigo no sé, quizá veinte o más.
No puedo, Amara no se encuentra bien, tantas fiestas y emociones le han pasado factura. Además tampoco quiero interferir, prefiero que hablen a solas, tal como vi que hacían Mónica, Amara y Anna en el gran jardín, recortadas sus siluetas por la luz de las pequeñas farolas.
Tres mujeres increíbles, irrepetibles. Y Biel observándolas desde el gran ventanal, ensimismado. Me acerqué sigiloso, como si no quisiera romper su encanto, y me puse a su lado.
Instantes de silencio solo roto por el ajetreo de Jep en la cocina.
-Extrañas mujeres –dice sin apartar la vista
-Somos afortunados, incluso yo lo soy.
Me mira. Pocos hombres he conocido como él, tan dispuestos a la fuerza y al sacrificio, que hayan arriesgado tanto; pero en este momento siento que tiene una cuenta pendiente conmigo y no sabe cómo enfrentarla. Espero paciente, sé que busca las palabras en uno de los pocos momentos que tendrá para hacerlo. No las encuentra, es hombre de silencios y con ellos se expresa.

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