______________________________
________________________________________________________________________________
Y mientras escribo estas líneas, pienso en todo lo que ahorramos a esta juventud y la pobre democracia que le dejamos en herencia.
Para a mi lado, mira la bici, me mira, sonríe...
-¡Qué guapa!-
De ojos vivarachos, simpática, muy joven y morena; lleva una mochila en la espalda y su bici si que es guapa.
Es de suponer que su observación obedece más a su simpatía que a la ironía. No es el primero que me dice lo guapa que es mi bici.
-Es una cucada- le digo con cachondeo -la bici de un ex hippie venido a menos-
Y se ríe con ganas.
Mi bici es amarilla con realces de un verde claro aceituna. Cuando la compré Amara me dijo... –Solo falta que le pintes unas flores para que sea la bici de un ex hippie colgado de una parra- Y es que mi compañera siempre ha sido muy precisa en sus observaciones. Sobre la rueda trasera le instalé un cajón de frutas negro y dentro llevo mi mochila de lona verde kaki atada con pulpos.
Mi bici es todo un cromo, la compré en Decathlón un día aciago. No se lo recomiendo a nadie, nunca había visto tanta basura cara simulando ser barata y con un servicio de postventa tan penoso como inútil.
Estamos al principio de la Gran Vía, en la nueva ciudad judicial, esperando el semáforo en verde. La chica sale disparada cruzando el primer cinturón. Mira para atrás y sonríe. Me desafía...
El viento de cara... y lo que hasta ahora me había parecido llano se convierte en subida. La niña vuela y yo tras ella por el carril bici. No hay un alma, es una semana tonta y son las siete y media de la mañana. El último repechón hasta el semáforo de la plaza de España es mortal. Para mí que era una cuestecitlla de nada, pero ahora tengo claro que no.
Mantengo la calma, respiro profundamente... La imagen ante todo, me digo.
-Lo dejaremos aquí. A mi edad ya es suficiente-
Parece mentira, con el aire que pega y lo fresco que es, y sudo como un pollo. Seguro que mi cara está colorada como un tomate.
La chavala, fresca como una lechuga, sonríe...
-No ha estado mal. ¿Qué edad tienes?-
-Cincuenta y ocho-
Abre los ojos, se ríe... La niña es simpática y su risa contagia.
-¡Anda ya! No lo parece-
-Pues ya ves... los llevo por dentro y otra carrera como esa me costaría diez más, y he de llegar a Pueblo Nuevo más o menos entero para poder trabajar-
Debe ser mi cara, debe ser mi manera de hablar, pero lo cierto es que la tía no para de reír. Me recuerda a los amigos de Al, como nos divertimos y departimos; pero esta chica es algo más joven, quizá tenga veintidós o veintitrés.
Y me suelta el mejor piropo que nadie me haya dicho nunca, el que a un tipo de mi edad le toca todos los sentidos.
-Con veinte menos debías ser un fenómeno-
Y se despide.
Menos mal que el Paralel es de bajada, que si no llamo al transportista de la empresa, para que venga a buscar la bici de marras y lo que queda de mi. Ya veremos como planteo el paseo marítimo y las calles de Pueblo Nuevo.
.