jueves, 16 de enero de 2020

ANNA, SIEMPRE ANNA

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Había recorrido 11.000 kms. y atravesado el Mekong y una selva para encontrarla, y cuando la levanté para sacarla del calabozo donde la habían torturado, solo atinó a decir 
-Te estaba esperando. 
No lloró, nunca lo hace, yo sí.
Antes de salir, Alvar me preguntó 
-¿Cómo lo harás?
Y respondí 
-Con el poder de la convicción.
Ya en resguardo, descansando en la choza de madera en lo alto del árbol y con los monos intentando robarme la comida y mis botas, me confesó 
-Sabes que no volveré contigo. Pienso seguir.
Respondí 
-Sí, lo sé.
Días atrás, cuando nos volvimos a encontrar, hablamos como si el tiempo no hubiese pasado, como si nada de aquello hubiera sucedido. Para ciertas personas el tiempo solo fluye para la imaginación.
Ahora toca una nueva singladura, sin aparente peligro y más acorde con nuestras capacidades, aunque ya me ha confesado que le vuelve a hervir la sangre. Con ella a mi lado, la mía está permanentemente a un punto de la ebullición total. No sé como podré vivir así.
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