Aunque con algo de
retraso, a mediados de junio Amara pudo organizar mi aniversario. Una fiesta increíble y por
sorpresa, al lado de mis mejores amigos y de otros muchos, de mi familia y de
mis padres, que morirían meses más tarde. Nadie habló de Anna, los unos porque
no quisieron y los más porque no sabían. Pero en silencio y con una ancha
sonrisa, los que sabíamos brindamos por ella y por Biel, aún ausente y al lado de su amada.
En julio organicé el definitivo cierre de
mi empresa y en agosto marché con Amara de vacaciones a Asturias. Y en el bosque de
Muniellos, por la tarde y con la mochila en la espalda, entre robles,
hayas y fresnos, buscaba la paz de algún recodo y me sentaba para escribir una
historia, que me sería muy difícil de publicar y solo en caso que Anna lo
aceptara. Allí, sin el ruido humano, mientras buscaba el rastro del lobo, del oso
y del jabalí, o me recreaba en el corto vuelo del urogallo, empecé a recordar todas las
historias pasadas con mi amiga hermana amante, las conversaciones mantenidas durante
tantos años, nuestra extraña e intensa convivencia, entrecortada y nunca rota.
Y su relación con Amara, el respeto y la admiración que se sentían. Y el recuerdo
de nuestros viajes en solitario, siempre uno junto al otro. Y nuestra aventura
con Amara, andando durante quince días desde la Cerdaña hasta Jaca, con
mochilas y tienda de campaña. Un viaje de amor y de conocimiento.
Pero en lo que más pensaba era en nuestras últimas conversaciones, no había tarde que no lo hiciera.
“Si cada uno de nosotros hablara y actuara por lo
que siente, todo sería distinto Popol. Nadie piensa igual y cada uno de
nosotros tiene y defiende sus costumbres y su modo de vivir; y para estar en
paz, con solo mostrar las nuestras con humildad y respetar las de los demás,
habría suficiente.”
“Hay que involucrarse y participar, hablar claro y
alto, para que todo el mundo pueda escuchar tus palabras y participar de tus
ideas; y hay que defender hasta el último aliento a la gente que piensa de
manera diferente.”
*
En aquellos días había estallado el 15M. Dudaba que fuera efectivo y tampoco me gustaba
mostrarme. Quizá aún conservara mi obsesión por el secretismo de los tiempos de lucha, cuando la supervivencia
y la pericia en no ser descubierto iban de la mano. Pero me introduje en el movimiento,
aunque solo tangencialmente, de mirón y oidor de sus discursos; y sondeé, escuché,
analicé y hablé con alguno. Y, por supuesto, busqué a los infiltrados, tanto de
un bando como de otro; y los localicé con tanta facilidad que los creí
patéticos. Y no, no sentí compasión por ellos, ni por los que dejaban la piel
en la lucha; porque descubrí algo que hasta entonces me había pasado
desapercibido: la subversión había dejado de ser hermética, la infiltración
carecía de sentido, en todo caso sumaba, y la gente no escondía su nombre
ni sus ideas. Nada había cambiado y, sin embargo, la manera de participar era
distinta. La subversión, al menos hasta que el poder no se sintiera en peligro,
podía ser abierta. Pero en el momento que los jerarcas vean su poder en riesgo,
todo cambiará, se convertirán en violentos y crueles, primero utilizarán la
ley, rediseñándola si hace falta, y luego las armas y la sangre.
Como siempre, ni el poder ni la policía han cambiado. Son los mismos amos con sus perros y, del mismo modo que un terrorista solo sabe matar, ellos solo saben vivir a costa de los demás; de modo que defenderán el poder a costa de lo que sea, porque lo consideran de su propiedad.
Como siempre, ni el poder ni la policía han cambiado. Son los mismos amos con sus perros y, del mismo modo que un terrorista solo sabe matar, ellos solo saben vivir a costa de los demás; de modo que defenderán el poder a costa de lo que sea, porque lo consideran de su propiedad.
Y busqué entre la
gente más dispar, y encontré aquella a la que nadie quiere entender de tanta
libertad que ofrece, a los piratas. Durante unos días me dediqué a estudiar el
partido y al final me afilié. Al cabo de unos meses y después de recibir
algunas notificaciones, intenté participar y descubrí que era un engaño. Lo que
aparentaba ser democracia directa y horizontal, era en realidad de una
transversalidad rayana en la verticalidad. Los abandoné o, mejor, los olvidé y
volví a buscar; pero esta vez ya sabía dónde y cómo. Su ideario me había convencido
porque era el mío, el de Anna o el de cualquiera que creyera en la libertad
individual y en la democracia por encima de cualquier ideología.
“Es la manada lo que nos convierte en asesinos y fascistas.” Y son las ideologías las que crean manadas. Las ideologías, las religiones y las banderas.
“Es la manada lo que nos convierte en asesinos y fascistas.” Y son las ideologías las que crean manadas. Las ideologías, las religiones y las banderas.
Los encontré por la red. También eran
piratas, pero esta vez compartían y hacían uso de la democracia con una
plenitud que nunca había visto. Me afilié y me dediqué a leer sus escritos y
seguir lo que hacían. Un día recibí una demanda de ayuda. Los Pirates de
Catalunya trataban de organizar el Partido Pirata Europeo y necesitaban un
lugar donde acoger a un delegado extranjero, ofrecí mi casa y los conocí de
cerca. Y descubrí que todo lo que anunciaban era cierto y lo cumplían, incluso
más; y me involucré tal como me gusta, hasta el límite. Había encontrado el
camino olvidado treinta y cinco años atrás, por el que valía la pena volver a
luchar.
*
Una vez más había sido
ella, a miles de kilómetros de distancia, entre campos de adormidera, agua y
jungla, la que despertó la inquietud que llevaba en mi interior.
Los tiempos no han cambiado, siguen siendo los mismos de hace cuarenta, cien, mil años. Somos nosotros los que lo hemos hecho, para bien o para mal, y nadie sabe cómo terminará. Mis predicciones hablan de un retorno de las dictaduras y del fascismo, esta vez de la mano de intereses bastardos y corporaciones financieras, con la ayuda de una complaciente ciudadanía sin espíritu. Y hay que luchar para que los tiempos oscuros sean lo menos duraderos posible.
Los tiempos no han cambiado, siguen siendo los mismos de hace cuarenta, cien, mil años. Somos nosotros los que lo hemos hecho, para bien o para mal, y nadie sabe cómo terminará. Mis predicciones hablan de un retorno de las dictaduras y del fascismo, esta vez de la mano de intereses bastardos y corporaciones financieras, con la ayuda de una complaciente ciudadanía sin espíritu. Y hay que luchar para que los tiempos oscuros sean lo menos duraderos posible.
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Espero que no suceda eso que dices Pau, aunque el horizonte sea tan oscuro.
ResponderEliminarBeso
No es tan oscuro. Siempre ha sucedido. La sociedad sube y baja, tiene claros y oscuros que la convierten en grisácea. Se trata que la claridad termine venciendo a la oscuridad
ResponderEliminarSi te atreves a predecir, será seguro porqué lo crees y si te agrupas con los demás, será porqué ves alguna solución, enhorabuena...
ResponderEliminarMis cuentas me dan otro resultado y voy a dedicarme a escuchar, sin atisbos de amargura, que piezas interpreta la orquesta...no quita la sed ni el hambre, pero entretiene...
Hace un montón de años alguien nos preguntó por qué nos movíamos cuando el futuro estaba cantado. Lo cierto es que lo estaba y ahora se demuestra. Pero también que el imovilismo nos producía más dolor que el sacrificio del movimiento.
ResponderEliminarYa sé que eso demuestra interés o egoísmo, ¿pero quién se mueve sin él?
En este mundo incluso el mártir es más prosaico de lo que podríamos pensar.