jueves, 8 de noviembre de 2018

Un recuerdo

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Hace cuatro años escribí esto.
¿He cambiado?
Al contrario, nunca había estado más seguro. Es más, creo que con los años me reafirmo con más intensidad y convicción. Y es una tranquilidad, porque saber que todo lo que hice y dejé atrás, que es mucho, para mi sigue siendo lo correcto y ha servido de algo, me hace muy feliz.

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"A los quince o dieciséis, ya no recuerdo, descubrí que era anarquista. Por entonces terminaba el bachillerato. Hablo del año 1967, de modo que el mayo del 68 lo viví siendo anarquista.
Uno no se hace anarquista sino que se es. Se nace como tal, porque es parte de una manera de ser, que se lleva en los genes sin necesidad de haberla heredado.
A los 20, cuando ya vivía en comunas, descubrí que podía sentirme más identificado con una chica de Fez, que había escapado embarazada de su casa, o con un norteamericano exiliado por no combatir en Vietnam, que con la vecina de la casa allende a la nuestra, que nos denunció solo porque éramos hippies y le dábamos mala espina.
La transigencia y la empatía no pueden ser delimitadas por fronteras, idiomas, costumbres, razas y, aún menos, por banderas.
¿Qué son las fronteras sino unas líneas imaginarias marcadas por guerras de señores feudales, de emperadores, de reyezuelos o de dictadores?
¿Qué son las banderas sino unos trapos tintados con la sangre de nuestros antepasados, que se mataron por dar gusto a sus señores feudales, a sus emperadores, a sus reyezuelos o a sus dictadores?"


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2 comentarios:

  1. Son una preguntas finales válidas incluso para un liberal. Un abrazo.

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  2. Estoy cien por ciento de acuerdo contigo! Y qué bueno que no cambiaste. Es como tú dices: Uno no se hace anarquista sino que se es.

    Un abrazo grande

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