Biel y el sexo no suelen ir de la mano.
No es que se le dé mal, que a veces pienso que mejor que a mi, pero
no gustaba de nuestras fiestas, especialmente cuando participaba
gente extraña, todo lo contrario que a Anna, que le gustaban tal vez
porque así se sentía más fuerte y libre, como si le satisficiera
desafiar a su compañero. De eso que aquel día me sorprendiera,
quizá porque los dos tipos con los que compartimos a Mónica y a
Amara fueran de su aprobación o los sintiera especialmente
cercanos.
Recuerdo haberle visto hablar con ellos de manera relajada y hasta amigable, con su típica reserva, tan distinto a mi en eso, que aparento abrirme en exceso y con liberalidad, cuando es lo contrario.
No conocían nuestra relación con ellas, puede que intuyeran amistad como máximo, con algún episodio de buen sexo. Lo cierto es que no hacía mucho que Amara se había acostado con él, tras una más que fría relación entre los dos.
Hoy nos ha llamado Mónica, que es enemiga de mensajes escritos, para decirnos que uno de aquellos tipos la había localizado por la red. Lo ha explicado entre sorprendida y orgullosa. Por lo visto hacía tiempo que las buscaba. Recordaba su nombre y apellido, pero no el de Amara, más complejo por utilizar un curioso diminutivo y porque su apellido, sin ser vulgar, es bastante prolijo.
Recuerdo haberle visto hablar con ellos de manera relajada y hasta amigable, con su típica reserva, tan distinto a mi en eso, que aparento abrirme en exceso y con liberalidad, cuando es lo contrario.
No conocían nuestra relación con ellas, puede que intuyeran amistad como máximo, con algún episodio de buen sexo. Lo cierto es que no hacía mucho que Amara se había acostado con él, tras una más que fría relación entre los dos.
Hoy nos ha llamado Mónica, que es enemiga de mensajes escritos, para decirnos que uno de aquellos tipos la había localizado por la red. Lo ha explicado entre sorprendida y orgullosa. Por lo visto hacía tiempo que las buscaba. Recordaba su nombre y apellido, pero no el de Amara, más complejo por utilizar un curioso diminutivo y porque su apellido, sin ser vulgar, es bastante prolijo.
Recuerdo que eran casados y que
terminamos en casa de uno de ellos, cuya mujer no estaba. No sé cómo
llegamos tan lejos. Primero las atamos a una gran mesa de cocina,
rectangular y de madera maciza, una al lado de la otra y al través.
Allí las torturamos sexualmente, lenta y sutilmente, utilizando un
par de cepillos de dientes blandos y desgastados por el uso, y un
cepillo de la ropa. Fue la primera vez que utilizamos semejantes
artilugios, que terminaron siendo todo un descubrimiento.
Quizá por intuir seguridad en mis compañeros, nos abstuvimos de intervenir con consejos o tomar la iniciativa. Preferimos dejar que fueran ellos los que llevaran la batuta de cómo disfrutar de las dos hembras. Lo que sucedió en las siguientes horas nos enseñó que debíamos ser más pasivos, que la fantasía y las nuevas experiencias, por disparatadas o infantiles que parezcan, pueden enseñar hasta al más experimentado.
Quizá por intuir seguridad en mis compañeros, nos abstuvimos de intervenir con consejos o tomar la iniciativa. Preferimos dejar que fueran ellos los que llevaran la batuta de cómo disfrutar de las dos hembras. Lo que sucedió en las siguientes horas nos enseñó que debíamos ser más pasivos, que la fantasía y las nuevas experiencias, por disparatadas o infantiles que parezcan, pueden enseñar hasta al más experimentado.
Nunca las habíamos visto disfrutar
tanto, al menos en lo que respecta al sexo en su lado más crudo y
simple. Se trataba de pasarlo bien y sin freno, y por sus
convulsiones, alaridos y gemidos, era indudable que ellas lo habían
conseguido. De vez en cuando las dejábamos descansar, pero sin soltarlas ni olvidarlas. Charlábamos de
cualquier banalidad, pero sin dejar de acariciarles la la espalda, la cabeza, las piernas, alejados de
los puntos más sexuales de sus cuerpos. Al poco cimbreaban, volvían
con sus suaves gemidos, levantaban sus pubis aun estando boca abajo.
Entonces las acariciábamos con nuestras lenguas y les mordíamos
donde sabíamos que les provocaría estremecimiento, hasta escuchar
sus súplicas de más sexo.
Ya de noche llamamos a los demás. Queríamos tranquilizarlos por nuestra larga ausencia y para que no nos esperaran. Tampoco queríamos que vinieran, habíamos descubierto que los dos tipos interactuaban de maravilla siempre que compartieran la misma chica, de modo que les dejamos vía libre con la que les tocara. Actuaban de manera muy parecida a nosotros dos o Joan conmigo, que nos entendíamos perfectamente y conseguíamos arrancar lo mejor de nuestras compañeras. Aquellos tipos trabajando en equipo no se cansaban, mientras Mónica y Amara parecían estar rozando el cielo.
De vuelta a casa en coche, le dije que pocas veces la había visto pasarlo tan bien. Entonces me contó que la mejor que recordaba había sido poco tiempo antes.
Ya de noche llamamos a los demás. Queríamos tranquilizarlos por nuestra larga ausencia y para que no nos esperaran. Tampoco queríamos que vinieran, habíamos descubierto que los dos tipos interactuaban de maravilla siempre que compartieran la misma chica, de modo que les dejamos vía libre con la que les tocara. Actuaban de manera muy parecida a nosotros dos o Joan conmigo, que nos entendíamos perfectamente y conseguíamos arrancar lo mejor de nuestras compañeras. Aquellos tipos trabajando en equipo no se cansaban, mientras Mónica y Amara parecían estar rozando el cielo.
De vuelta a casa en coche, le dije que pocas veces la había visto pasarlo tan bien. Entonces me contó que la mejor que recordaba había sido poco tiempo antes.
-Nos invitaron a un restaurante
increíble, en realidad todo lo sucedido durante los dos días lo
fue. Os hemos de llevar un día, aunque no sé lo que debe costar
porque la carta no llevaba precios. Amarramos el barco en el muelle
del rompeolas y fuimos paseando hasta él. Era pronto, ya sabes a qué
hora cenan los ingleses. Luego nos llevaron a una discoteca, en una
de las galerías del paseo. Es pequeña y no la habíamos visto
nunca, muy extraña, regentada por un escocés. La gente, muy poca,
elegante y refinada, sin embargo, en los grandes sofás hacía el
sexo como si nada, las chicas desnudas o casi. Nos sentamos cerca de
dos parejas, ellas bailaban medio desnudas, abrazadas y besándose,
mientras ellos las observaban charlando tranquilos. Richard nos animó
a hacer lo mismo y como queríamos excitarlos y nos gusta, pues ya
sabes. Bromeamos con el par de chicas, que eran muy simpáticas y
sanas, y cambiamos de pareja con ellas. Nos pusimos en plan fuerte,
muy fuerte. Puedes imaginar cómo terminó la cosa. Luego nos
llevaron a un hotel que hay frente la playa, precioso, en una gran
suite del último piso. Ya la tenían reservada. Nos bañamos en el
jacuzzi y yo entré en un precioso dormitorio con Rob. Estuve toda la
noche con él. En el salón los otros tres se cepillaron a Vicki de
mil maneras, solo se oía sus gemidos y alaridos. Rob y yo no lo
podíamos creer y en un momento de descanso salimos para ver. Estaba
maravillosa, como nunca la había visto, pero también completamente
destrozada, tirada de espaldas sobre uno y con otro de aquellos
brutos jugando con su cuerpo. Los dejamos tranquilos, yo riéndome
porque nunca hubiese imaginado a Vicki haciéndolo con tres tipos,
aún menos con aquellos bestias. Aunque no creas, que Rob es como si
se hubiera tomado un tubo de vitaminas.
En un semáforo aprovecho para mirarla con ironía. No hace tanto fue ella la que estuvo con los cuatro casi un día entero. Es preciosa, la mujer más bella de todas cuantas he conocido, aún más cuando explica sus aventuras. Su rostro emite deseo y pasión incontenibles.
En un semáforo aprovecho para mirarla con ironía. No hace tanto fue ella la que estuvo con los cuatro casi un día entero. Es preciosa, la mujer más bella de todas cuantas he conocido, aún más cuando explica sus aventuras. Su rostro emite deseo y pasión incontenibles.
-¿Así que esta fue para ti tu mejor
experiencia?
-No hombre no. La mejor fue cuando llegamos a nuestra casa del Pirineo, donde nos esperabais. Estaba loca por llegar y follarte hasta matarte, que es lo que hice, ¿recuerdas? Nunca lo he pasado tan bien como aquel día, nunca. Siempre lo recordaré.
-No hombre no. La mejor fue cuando llegamos a nuestra casa del Pirineo, donde nos esperabais. Estaba loca por llegar y follarte hasta matarte, que es lo que hice, ¿recuerdas? Nunca lo he pasado tan bien como aquel día, nunca. Siempre lo recordaré.
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Me apasiona tu vida, tus amigos, esas mujeres tan libres y tu devoción por Amara... ella se debe de sentir muy dichosa por estar junto a ti.
ResponderEliminarDelirio Pau... delirio
Beso
Si los mejores recuerdos no cuestan dinero. Por lo menos los mios. los que aún perviven, son asi de caros. ¿Que será lo que guardan en la memoria aquellos que ocupan todo su tiempo en acumularlo? Un abrazo.
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