De un tiempo a esta parte noto que FEDEA, desde Nada es Gratis, ha dejado de incordiar al gobierno o, por lo menos, de proponer soluciones que, aun estando muchas veces en contra de mi opinión, dan a entender que existen salidas. Es posible que los economistas de FEDEA se hayan cansado de pregonar al viento o, lo que es peor, a un atajo de estúpidos miserables; aunque podría ser que hayan recibido un toque de atención, dado que el fondo de pensiones está a punto de tocar fondo y fuera de eso no hay dios que quiera deuda española.
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Hay recuerdos de niño que quedan grabados en la memoria, en mi caso debía ser muy pequeño, porque mis padres me separaron de su dormitorio a los pocos años de nacer. Por entonces yo no podía dormir sin estar cogido de la mano de mi madre y recuerdo que se la pedía, incluso las entrecortadas palabras que utilizaba.
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Un fragmento de mi novela: “El camino infinito”, dedicado a Soto por su acertada entrada, que hoy me ha dado que pensar:
“Dos días más tarde, después de haber seguido el curso ascendente del pequeño río, de subir una gigantesca cumbre cubierta de nieve, tan alta que creímos que moriríamos asfixiados, y dormir en una pequeña oquedad escondida detrás de un muro de hielo, encontramos un pequeño lago en lo alto de una montaña. Su agua estaba tan fría que no nos atrevimos siquiera a lavarnos la cara, y supusimos que se había formado por la nieve caída días atrás. A su alrededor crecían los típicos y desperdigados matojos, esta vez completamente cubiertos de nieve. A lo lejos y a un lado del lago vimos un rebaño de cabras pastando, probablemente líquenes, porque otra cosa no había; y cerca de ellas una cabaña con dos hombres sentados en el suelo, justo en la entrada, que nos observaban con sendos fusiles apoyados en la pared. Recogimos las mochilas y nos acercamos, quizá estuvieran a más de doscientos metros de distancia. Ya más cerca vimos que levantaban la mano para demostrar amigabilidad. Parecían contentos de vernos. Nos presentamos como pudimos. No entendían ninguna palabra de las que decíamos y nosotros tampoco las suyas. Era tan divertido que los cuatro terminamos riéndonos. La risa es el mejor idioma, la alegría la mejor conducta y la música el mejor medio de comunicación. Nos sentamos en el suelo, frente a ellos, y les enseñamos el anillo, el reloj y el machete, y como pudimos les explicamos cómo los habíamos encontrado. Estuvieron largo rato estudiándolos, hasta que al final nos los devolvieron. Intentamos que se quedaran el anillo y el reloj, pero negaban con la cabeza. Hablaban entre ellos, parecían no estar seguros de quién podía ser su propietario. Les explicamos con signos que solo quedaban sus huesos y señalamos el óxido del machete y, con un dibujo en el suelo, el valle con el pueblo abandonado y el número de montañas que habíamos pasado y su dirección. Entonces volvieron a hablar entre ellos y nos dijeron: Lahore. Lo entendimos perfectamente. Los descendientes del tipo se habían trasladado allí. Riéndose nos señalaron y con dos dedos simularon un andarín y volvieron a decir Lahore. No había duda, deberíamos ser nosotros quienes devolvieran aquellos objetos. Apenas nos quedaba comida, algo de fruta asilvestrada encontrada en el poblado, unas tortas secas y muy poca miel. Aquella mañana habíamos comido raíces y verduras silvestres de las recolectadas en los huertos abandonados, que sabíamos comestibles y nutritivas, y huevos que habíamos encontrado escondidos entre las rocas, sin saber de qué animal eran. Esta vez no podíamos compartir, sin embargo, abrimos la mochila para que no nos tomaran por inamistosos y mostramos todo lo que nos quedaba. Y nos dolió tanto, como alegría les dio a ellos poder invitar a los extraños forasteros. De noche encendimos un fuego con matorral y excrementos secos, y cantamos con ellos unas canciones maravillosas. Habíamos sentido y visto la belleza de mil maneras. Creíamos que era imposible conocer otra y superar la del maravilloso valle. Y, sin embargo, con aquellos dos tipos barbudos y malolientes, de ojos pequeños e inquisitivos, armados hasta los dientes, con la cabeza cubierta al modo pashtún, que miraban a mi compañera de manera que podía significar cualquier cosa, desde admiración hasta codicioso deseo, descubrimos una nueva forma de ella, más intensa y humana que cualquiera de las encontradas hasta entonces. Y después de compartir la cena con nosotros, tendieron alfombras desde el techo, para dividir la minúscula cabaña y dejarnos un pequeño espacio de intimidad. Y seguimos cantando, nosotros desde nuestro rincón y ellos desde el suyo. Y después, ya derrengados por el cansancio, los cuatro nos reímos."
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Maravilloso fragmento,Pau,muchisimas gracias por la dedicatoria,aunqne ya escrebi en varios de mis comentarios respuesta que el articulo no está escrito por mi,sino por una persona amiga que me pidió escrebir de vez en cuando,con el seudonimo de _el peón de negras_.pero es un placer para mi que lo que se escribe en mi Blog tiene aceptable acogida.
ResponderEliminarEres artista,tienes imaginación ,sensibilidad,inventiva ,argumentas muy bien y "vives,sientes".
unha aperta moi agarimosa.
http://intentadolo.blogspot.com.es/2013/01/somos-piezas.html
Diseñador sí soy, pero inventiva no tengo mucha. El libro está basado en hechos reales, de otra forma no sé cómo lo hubiera escrito.
ResponderEliminarDe "Nada es gratis" tambien me estoy quitando, me resulta un esfuerzo inutil, otra perdida de tiempo, muy bonito el fragmento.
ResponderEliminarhola, me ha encantado saber que tienes una novela, y que escribes con ese sentido poético, es una maravilla.
ResponderEliminarTodavía encuentro algunos errores de sintaxis, pero ahora ya está editada y poco puedo hacer. También descubro anécdotas y situaciones que no fueron exactamente tal como las he contado. El tiempo y el releerlo hacen que vuelva a recordar y vea las cosas de otra manera. Hielo escaso y pobre, y durante aquellos dos días creo recordar muy poca nieve en el camino, pero sí el cansancio que achacamos a la probable falta de oxígeno.
ResponderEliminarNo debo olvidar que es la historia de dos jóvenes de veinte años, que despiertan de su adolescencia en un lugar y unas situaciones inconcebibles, incluso para los hombres de aquella tierra. De joven magnificas, ves las cosas mucho más grandes de lo que son y cualquier experiencia es única y perturbadora.
Hoy veo las cosas de otra manera, algunas más grandes de lo que fueron y otras mucho más pequeñas. Y lo terrible no es eso sino el ver normales ciertas cosas que nadie debería vivir.
En todo caso amiga mía, muchas gracias por el cumplido.
ResponderEliminarMe ha gustado mucho el fragmento que has transcrito, Pau. Si está basado en hechos reales, me imagino que debió ser una época de tu vida muy interesante.
ResponderEliminarSi has sido capaz de escribir una novela, con el ritmo y el saber hacer demostrado en el fragmento, te admiro sinceramente. A mí me gusta escribir muchísimo y sé lo que cuesta pasar de la página treinta. Para mí es el límete a partir del cual empiezan a surgirme dudas sobre la calidad de lo que escribo. Y claro, ahí se acaba la cosa.
Hace mucho, mucho tiempo que no conozco a alguien empático. Es todo muy triste.
ResponderEliminarHe terminado esta madrugada la historia.
ResponderEliminarUn relato que me ha llevado lejos...tan lejos que era aquí al lado.
Muchas gracias por el texto
El Puñalón
Muchas gracias. La verdad es que empiezo a sentirme orgulloso. No esperaba que gustara tanto.
ResponderEliminarHoy me ha llamado Mila, uno de los personajes de mi historia, para decirme que estaba muy bien escrito y era ameno, aunque en algún momento lo había encontrado excesivamente lento.