sábado, 12 de septiembre de 2009

FÁTIMA



Hace poco abrí un nuevo grupo en Facebook dedicado a Malalai Joya, no muy activo que digamos; pero, en fin, es el primero en castellano.

¿Servirá de algo?

En principio creo que no.

Dudo que por mi queja, la OTAN tome medidas contra el onanismo de los señores de la guerra afganos; tampoco lo hicieron por sus asesinatos y desmanes, así como por ser los productores más grandes de opio del planeta. Antes, con los talibanes en el poder, no había opio, pero sí el mismo onanismo y crimen.

Tras la “victoria” de la OTAN, lo único que ha cambiado en Afganistán es la producción de amapola; algo de lo que Chacón debería tomar nota y averiguar lo que pintan nuestros soldados allí, a menos que sea eso lo que defiende con tanto ahínco nuestra inteligente y feminista ministra.

Lo triste del asunto, del mío, que es del que hablo, es a lo que he llegado.

Qué triste para un tipo como yo, que de una manera u otra y con suerte diversa, ha luchado por la libertad y la igualdad allí donde ha estado.

Una semana, quince días... da lo mismo; tanto de cerca como de lejos, antes y durante nuestra vergonzosa transición; y después, ya con la madurez de los años y los hijos.

Unas veces al pelo, justo para sobrevivir a la aventura; otras con fuerza, arriesgando y participando en lo que podía; y todas intentando dejar un recuerdo, un ejemplo de libertad y ansia por la lucha.

¿Qué queda de aquello?

Hace tiempo me preguntaba en este blog, qué hubiera pasado de no haber existido o no haberme entremetido en mundos que no eran los míos. Pero hoy la pregunta es otra: ¿existen diversos mundos o todo es uno?

Pero... ¿qué queda de aquel hombre?

Nada, aparte de una familia que cuidar y un negocio que defender. Absolutamente nada, aparte de escribir y crear grupos de interés en Facebook por una mujer a la que me gustaría apoyar como mejor sé, sin tener hoy la posibilidad de hacerlo.

Siempre he creído en la legitimidad de la violencia, la inteligente y precisa, la necesaria para conseguir la libertad y la igualdad. Y es que sin lucha, nadie regala lo que, sin serlo, cree suyo.

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Fátima sigue con su pañuelo, es preciosa, simpática y hasta el hiyab le sienta bien. Lo lleva a la moda, estampado con predominio del morado y a juego con los pantalones.

La veo cuando limpia la escalera de mi edificio. La acompaña su compañero, esta vez magrebí como ella. Me gusta más que los otros, parece de su misma edad y es fuerte y simpático. A veces se queda para ayudarla, supongo que para terminar antes y porque no tiene nada que hacer; otras la deja sin más y sigue su camino. El primer día aguantó la puerta para que yo pudiera salir con la bici. Se extrañó de la familiaridad con que nos saludamos. Ella, que hasta entonces no sabía que era vecino, debió suponer que había intercedido para que la llamaran. No me costó demasiado, mis vecinos no sufren asomo de racismo encubierto por ningún lado. Sólo preguntaron si llevaba pañuelo.

- A veces si, a veces no. Según como le da- respondí.

Y es que con Fátima nunca se sabe.

La verdad es que me supo mal. No quiero que nadie se sienta deudor de nada. Fátima es limpia y noble, se le había terminado el contrato con la frutería y es natural que, a falta de alguien, la propusiese para el trabajo. Después el resto cae por su propio peso...

¿Conoces alguien de confianza para...? Y, claro ¿a quién aconsejarán?

Limpiar casas, escaleras, negocios... se paga bien.

El yihab... Eso terminará cuando se ponga de moda y las chicas europeas, laicas y desinhibidas, lo descubran como adorno. Entonces se terminará el mal rollo, tanto de unos como de otros, porque ya no habrá distinción que valga; a menos que entonces se tapen la cara, algo que Fátima nunca hará.

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El cinismo de la cultura occidental, el de algunos, llega al extremo de creerse el ombligo de la libertad. Una mujer medio desnuda en la Barceloneta es más libre que una marroquí con velo por su vestimenta, porque la una puede ir como quiera y la otra no; aunque eso ya se discute. Y es que pronto veremos a la policía municipal, perseguir a las chicas con pantalones abajo y la parte superior del bikini arriba. La cosa, por lo visto, desorienta al urbanista, al ciudadano que no creía vivir en una ciudad playera y turística, y considera el ombligo femenino cosa de mal gusto e indecente.

Si dejamos que eso llegue a buen puerto, mañana nos podemos encontrar que, para salir a la calle, deberemos ponernos el traje; que así debieron empezar en los países árabes, los de la danza del vientre e inventores del bikini, cuando aquí aún se vestía con un saco.

En Francia se han puesto de acuerdo la extrema derecha y la extrema izquierda, casi por la misma coyuntura: los unos, por la defensa de las costumbres occidentales; y los otros, por la defensa de las libertades occidentales. El resultado de tanta defensa es que las moritas, en caso de ser ricas son árabes, no podrán ir como les antoje sino como dicta la buena costumbre, esa tan libertaria.

Si eres mora con velo no eres libre, si eres negrita con las tetas al aire tampoco; la libertad la marca el canon occidental, dependiendo de la ciudad donde vivas. En Ámsterdam puedes ir en pelotas, en Marsella con el conveniente recato; a saber lo que es eso.

Las monjas, esas que parecen extrañas criaturas llegadas de un planeta remoto y a las que solo se les ve un cachito de cara, tienen permiso especial, no ofenden a la vista ni atentan a la libertad individual; aunque, por alguna razón parapsicológica, no puedan optar al sacerdocio, decir misa o quedar preñadas, a no ser por el Espíritu Santo.

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De la Vega dice que la autodeterminación y la independencia no caben en la Constitución. Parece ser que está enfadada por el referéndum y no lo considera democrático, en cambio sí ve democrática la manifestación de Falange española, un partido antidemocrático, en la misma población.

Lo cierto es que a HB se le dice que debe actuar según el marco legal para conseguir la independencia, pero dicho marco no contempla la posibilidad de conseguirla democráticamente ni pacíficamente. La independencia solo sería posible a través de un refrendo, pero está prohibido realizarlo a no ser que el gobierno lo propugne, y éste dice que nunca lo hará.

Maravilloso...

La ministra da pena, es patética; igual que las ministras, cuando dejaron que Berlusconi le diera por el culo a su condición femenina, frente la prensa y los embajadores europeos.

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Hay fiesta en casa de los vecinos, se oye risa y música... Es mi hijo, su compañera, su amiga y unos amigos invitados.

Me gusta que disfruten. Y mientras los escucho recuerdo el tema de pcbcarb.

- Pau, no sois unos padres normales, no os comportáis como tales-

Y me río...

Su compañera Laia, una chavala estupenda que ha conseguido sacarse la carrera, pese las trabas que encontraba en su familia. Se la pagó sin ayuda de nadie y con becas. En su casa todo era individual, desde la comida del frigorífico hasta el ordenador que utilizaba para estudiar o la conexión a la red. El frigorífico estaba compartimentado, cada uno tenía su espacio y pagaba su comida. Un día, estando enferma, Al la trajo a casa. Me explicó que aquí, por lo menos la cuidaríamos o llamaríamos al médico.

Su amiga Bel está sola desde los quince años, su padre vive con una mujer que no quiere ni conocerla y ya tiene un par de hijos con ella, y su madre a dos mil kilómetros de distancia con otro hombre. El piso en el que vivía es de los padres y debía pagarles un alquiler. También sacó la carrera con matrículas y becas, y desde hace años la trato como una hija. Ahora es como si tuviera otra, tres hijos en el piso de al lado que me tratan como padre y amigo.

- Pau... no sois normales-

Todos tenemos nuestra normalidad, y la propia nos gusta y nos sentimos bien con ella.

Es curioso que unos tipos como nosotros, con una manera de vivir tan peculiar como extrema, se sientan tan normales.



5 comentarios:

  1. Pau todos somos normales para nosotros mismos :))
    Sigue con tus ojos abiertos. No dejarán quedarse ciego a tu cerebro.
    Un beso

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  2. Pareces decepcionado y no deberías. No todos hemos podido vivir lo que has vivido de bueno y de malo.

    De que haya varios mundos tenemos la culpa todos, tú incluido.
    Hemos puesto fronteras donde nunca debría haberlas y por lo tanto tampoco habría violencia. ¿Hay varios tipos de violencia?

    Un abrazo

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  3. Hola Pau, vine a visitarte, y me tomé un café mientras te leía. Me gusta como observas el mundo. Lo observas. Algo que mucha gente no hace, se limita a pasar por él y mejor, mirando de frente, no sea que si mira de reojo algo le "moleste".

    Y sabes, mi hijo (tiene 8 años) me dice que no soy una madre normal, yo le pregunto si es feliz, y con los ojos como platos me responde: mucho mamá ... entonces pienso: mola no ser "normal".

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  4. Hache, nos gusta mantenernos despiertos, con inquietudes y vivirlas; no solo ser espectadores de ellas... Hoy comentaba sobre eso en el blog de Concepción Mercader http://www.conchamercader.com/ Y si eso conlleva no ser normal, pues no lo seremos.

    Luna, mi querida amiga, tu sabes perfectamente que existe más de un tipo de violencia, que no grado.
    No existe la lucha sin violencia, lo que no quita que alguna no sea traumática.
    En las guerras, lo que no causa trauma al enemigo, suele causarlo al amigo. Deberíamos ir con ojo con esta regla, porque solemos dar más credibilidad al enemigo que a nosotros mismos y a nuestra intuición.

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  5. La normalidad no existe. Es la etiqueta que quieren vendernos para que no nos salgamos del redil. Ser normal es aceptar las normas, creo, ajustarse a los canones, pertenecer al rebaño.
    Yo no soy normal, más bien rarita... Y me emperro en mantener esa anormalidad. El día que lo haga, estaré integrada en la sociedad, cosa que no me apetece lo más mínimo. No soy asocial, pero la sociedad no es lo que yo esperaba... así que tomo y doy lo que considero adecuado y del resto me olvido... allá cada cual con su normalidad, a mí que me dejen en paz. ¿Egoísmo o escepticísmo? Tú dirás...
    Besazos.
    La dama

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