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Llegado el día que
echas cuentas y descubres que ya no queda mucho, que estás en el
último tercio de la vida, y ya bastante adelantado; que tu memoria
no flaquea, pero tu agilidad mental si; que ya no puedes aprender tan
rápido como estabas acostumbrado, que tu vista ha perdido agudeza y
necesitas escuchar dos veces la misma cosa para entenderla.
Que miras para atrás, y descubres lo afortunado que has
sido, que has vivido entre personas que valoraban más el espíritu
que los bienes, no solo por carecer de la esperanza de poseerlos
algún día. Que has vivido con personas capaces de compartir lo poco
que tenían, porque valoraban más la vida, el hambre y el techo del
forastero, que su propio interés o beneficio.
Que ves cercana tu conversión en partículas de energía y de
materia más o menos tan inerte como la que le espera a un escarabajo
de Tasmania o a un indio del Amazonas; y descubres que la bandera, los
escudos e incluso la cultura, no valdrán ni para anécdota.
Ahora
ya nada me quita el sueño, ni siquiera la miseria de la gente, la
desahuciada, la abandonada por la sociedad a no ser que pueda
esclavizarla. No me lo quita, aunque no dejo de pelear por ella ni
dejaré de hacerlo hasta el último de mis días.
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Suscribirse tus dichos porque no hago más que darle vueltas ahora que ya estamos mirando más desde arriba que desde abajo. En cuanto a los trapos de colores y los presuntos pueblos me la han sudado desde el primer día que empecé a pensar más o menos consciente. Siempre fui de nacionalidad simple terrícola, me imagino que porque no había otro sitio donde caer.
ResponderEliminarSalud
Nunca mejor dicho. Pensamos igual, con la racionalidad como única bandera, y creemos que eso debería ser la norma por lógica, pero ya ves... al final la gente se deja llevar por las vísceras disfrazándolas de sentimientos.
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