miércoles, 5 de agosto de 2020

UNO DE LOS NUESTROS

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La foto es de unos refugiados en Canarias. Llevan dos días a la espera de un lugar para pasar la cuarentena.


Me ha costado muy poco escribir, pero mucho, muchísimo, publicar.
La sensatez decía que no, pero no puedo silenciar lo que pienso y siento.
El texto es la transcripción de una conversación telefónica de ayer, 4 de agosto, por la tarde. No es exacta y fue mucho más larga, pero el texto la refleja a la perfección. Los nombres son ficticios.

-Buenas tardes Popol, o mejor te llamo Pombo, porque tal como están las cosas…
Me río… Nicolás Pombo, Nico para los amigos. Pero eso son historias que ya toca olvidar, y mi amigo, mi viejo amigo, las recuerda con intención.
-¿Qué sabes de los demás?
-De Mónica ya sabes, estoy mucho con ella, nada ha cambiado. De Helena poco, la encontré un día en una gran superficie, ella con su compañero y yo con Amara. Nos miramos, nos saludamos y nos despedimos con la misma complicidad de siempre. Toribio escribiendo un libro de historia. De Anna bastante, puede decirse que nos hemos reencontrado. Del resto no sé nada o lo poco por Mónica.
-¿Y tu? ¿Qué es de tu vida?
-Yo no he cambiado, soy un hippie y ahora pirata. -Respondo con una carcajada.
-¡Si, si! Pero bueno, un hippie que se dedica a la política forzosamente es pirata, otra cosa es que lo sepa.
-¿Y qué hay de la tuya?
-Ahora retirado y bien. Trabajaba para la Gene, ya sabes, poco trabajo, buen salario y ahora una buena pensión y mucha tranquilidad.

Callo lo que pienso. Sé perfectamente lo que hizo y la responsabilidad que tuvo, también que fue designado directamente por el Honorable. Y él sabe que lo sé.
Jordi es de familia acomodada, muy culto e inteligente. Su fidelidad era a prueba de bomba, de eso todos dábamos fe, principalmente Mónica y Helena. Su entrada como responsable en un sitio que ya pintaba mal, era, cuanto menos, sorprendente. Pero que fuera designado por el mismo presidente aún lo era más, por mucho que demostrara lo bien que nos habíamos introducido en la sociedad.

-Popol, la verdad es que te he llamado porque por un momento he pensado… bueno, ya sabes lo que he pensado. Pero está claro que no existe alarma, porque nos habrían avisado, supongo.
-Ya no somos nada Jordi, nuestro tiempo ha pasado. Nadie nos va a llamar. No obstante te daré mi opinión, pero no por lo que sé, que hoy es nada, sino por lo que supongo.

  1. Juan Carlos se ha largado para evitar un golpe de estado.

  2. Juan Carlos se ha largado porque está harto y su enfermedad no permite más desgaste.

A mi modo de ver los dos puntos son coincidentes. La derecha tiene el poder, principalmente el ejército y la judicatura. Tiene, por tanto, la posibilidad de crear una crisis de narices.

Ayer Mónica me llamó solo porque le vino a la cabeza el detalle de una vieja historia, aunque para nosotros, que ya hemos sobrepasado una cierta edad, esas cosas sean bastante recientes.
Hace años Mónica y yo nos desplazamos a Zaragoza, a la casa de nuestro viejo compañero y jefe,
y padre de María, “el Coronel”, para despedirlo y abrazar a su familia. Allí estaba la flor y nata de aquella parte del ejército que apostó por una democracia que a nosotros nunca nos gustó, pero que en aquel momento pensamos que era el primer paso hacia otra más plena o auténtica. Es evidente que nos equivocamos y estoy seguro que el Coronel también. Eran pocos, en su mayoría desconocidos para nosotros, incluso para Toribio, “el Capitán”. Él estaba en el grupo como uno más. Nadie le dio más honra que al resto por ser quien era, ni siquiera más que a nosotros.

-Popol, ¿te das cuenta que de todos aquellos ya ninguno tiene poder y muchos han muerto?, ni siquiera los hijos, que sus ideas ya nos parecían bastante fascistas. Y por lo que sabemos los nietos son de la ultraderecha.
Luchamos para nada, Popol. Forzamos a la gente a decidir de una manera, pero solo gracias al miedo, no por sus ideas. En cuanto volvió la calma la gente paulatinamente recuperó su origen y talante. Nosotros no podemos forzar una situación, no podemos convertir un país de fascistas en uno de demócratas, Popol. Tu fuiste el primero en decirlo, pero ninguno de nosotros te creyó, ni siquiera tu.

Él, nos guste o no, era y aún es uno de los nuestros.


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