domingo, 3 de marzo de 2013

FEMINISMO

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Un islamista tapa la boca a Shahenda Mekled


Enlace a: tapando la boca a Shashenda, de Olga Rodríguez




Fui allí para conocer a Olga Rodríguez y escuchar algo de la historia por su propia voz y no me defraudó. Hablar con ella no pude, solo saludarla, dado el lugar y la gente, mi timidez y probablemente la suya. Sin embargo, tuve suficiente para saber qué hacer y proponer a mis compañeros, también que puedo llamarla si consigo hacer lo que tengo en mente.

La reunión no fue como esperaba, sus compañeras se mostraron sectaria y excesivamente radical. Tres feministas al mejor estilo de Lidia, a la que conocí a los diecinueve, en las reuniones que se organizaban en nuestra casa, la comuna de Horta. Ya entonces su feminismo era excesivo, sobre todo para nosotros, incluso para Anna y Mila, presentes entonces y las mujeres más fuertes e independientes que había conocido hasta aquel momento.
Violaciones por parte de nuestra policía las había casi diariamente, ultrajes y abusos por la condición femenina de los detenidos. Porras en la vagina al más puro estilo de cine porno; penetraciones con guantes de látex, con la excusa de revisar su virginidad, mientras recibían insultos y golpes. 


Y recuerdo...

Cuando Mónica me los señaló a lo lejos, para demostrarme el compañerismo y la solidaridad de los que luchaban con ella en primera línea. Eran tres amigos, dos chicos y una chica, siempre combatían juntos y si uno caía los otros dos lo ayudaban. Nunca pasó nada hasta el día que uno de ellos cayó con mal pie y se torció el tobillo justo enfrente de una carga, sus dos compañeros intentaron socorrerlo y al ver que no había tiempo se quedaron con él aguardando a los perros.
Primero la paliza, luego los arrastraron hasta el furgón y los arrojaron dentro a golpes de porra. Pasaron varios días en la comisaría y luego quedaron a disposición judicial. Al principio los torturaron, a ellos hasta perder algún diente y no poder andar durante varios días. Dos meses más tarde el abogado consiguió que salieran sin cargos. Las cosas eran así entonces, más por revancha que por costumbre, ya que la policía andaba desquiciada y perdiendo terreno día tras día, sin saber de dónde provenía tanto golpe.
Me los señaló con disimulo, nuestro protocolo impedía llegar más lejos, estaban sentados en un banco con las jarras sobre la mesa riéndose de algo que de tan lejos no supe, y la saludaron con una seña.
-No parecen tocados.
-A ella no la torturaron demasiado, al principio un poco, pero luego siguieron solo con los ultrajes.
Y ante mi sorpresa por su modo de expresarse, respondió que ser mujer solía ser mejor, ya que no había tanta paliza y tortura, que aquella chica nunca se quejó de su suerte sino de la que sufrieron sus compañeros por ser hombres.
Si caías en malas manos por entonces las cosas funcionaban así. Los perros acostumbraban a ser misóginos, llegados de pueblos de Castilla o del extrarradio de algunas ciudades de la España más profunda. Los interrogadores sabían hacer su trabajo o lo creían así, era una guerra y había que desmoralizar al prisionero enemigo, humillarlo hasta hacerle perder su condición de humano. Con los hombres era relativamente fácil, solo había que apalizarlos para demostrarles que eran nadie, que su suerte dependía del humor de otro. Estoy seguro que ellas al ser más duras resistían mejor este tipo de humillación, de eso que el torturador utilizara la otra.
Carlota me había contado algo parecido, de compañeras de facultad que habían sido detenidas y ultrajadas, pero siempre por manos femeninas. Al parecer a los nuestros les reservaban interrogadores más especializados.
Recuerdo la irritación de Mónica cuando supo lo sucedido. La norma en su grupo era escapar, por el coste humano que representaba un combatiente menos, y también mi respuesta.
-¿De qué te quejas si eres la primera en dar mal ejemplo?
Qué paradoja la mía, que consideraba bueno abandonar al compañero caído, cosa que ella nunca cumplió y que yo tampoco hubiese hecho.

Y recuerdo a Rina, mi compañera de comuna llegada de Fez con su niño a cuestas, despreciada por su familia por ser madre soltera, y huída de Marruecos por no querer trabajar de prostituta, el único oficio que les quedaba en su país a las mujeres de su condición. Y a Sole, la chica de diecisiete años, que llegó con su niña recién nacida desde Málaga, repudiada por su familia, que quería obligarla a abortar en el cuchitril de una curandera. Y a nosotros, que cuidamos de las madres y de los niños.
Y tantas cosas recuerdo, que se me hace difícil que alguien pueda enseñarme qué es feminismo, cuando ni Lidia pudo conseguirlo entonces.

Una conferenciante habla de la idoneidad de mantener las cuotas en el sistema político, y se queja que no es oro todo lo que reluce en su partido con respecto al sexismo (prefiero nombrarlo así).
Cuotas por qué, estoy a punto de preguntarle, pero conociendo su sectarismo prefiero callar. Las cuotas impiden que el mejor salga elegido, solo condicionan y relegan, son un insulto a la inteligencia y a la valía de las personas, y un desprecio para el que consigue un puesto por su género.
Hace tiempo era difícil ver una médica en España y hoy es más fácil encontrarla que a un médico, y no por falta de interés de los hombres sino por la mejor preparación de las mujeres.
¿Encontraría razonable la misma conferenciante, que en la facultad de medicina se impusiera un sistema de cuotas? Seguramente no y con toda la razón, la misma que tengo yo para rechazarlo en los partidos políticos.
No quiero mostrar mi condición de integrante de la junta de Pirates de Catalunya, nadie me ha invitado como tal, ni a ninguna de mis compañeras, tan válidas como cualquiera de las tres para hablar de feminismo y más sobre el 15M. Tampoco quiero explicar que en nuestro partido de mayoría masculina, el Secretario General saliente es mujer, así como el entrante, el nuevo Secretario y uno de los vocales; y lo son por electos. Estoy seguro que a ningún pirata se le ocurriría el despropósito de proponer cuotas y ellas aún menos.

En España el feminismo está de más, ya no sirve como defensa de la condición femenina, a menos que la mujer que lo reclama padezca complejo de sexo débil.


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3 comentarios:

  1. El feminismo nunca está de más, querido Pau. Lo que puede que esté de más son las anquilosadas organizaciones feministas que, como el resto de sindicatos y partidos mayoritarios, han recibido muchas subvenciones y cuotas de poder.

    Hoy hay que renovar muchas ideas y una es el feminismo que ha quedado anquilosado y viviendo cómodamente a la sombra del poder. Pero hay pequeños grupos de mujeres que están funcionando de nuevo con nuevas ideas que hay que ir definiendo.

    Me considero feminista puesto que estoy en contra de las desigualdades por razón de sexo y, éstas, siguen existiendo.

    Salud y buen domingo!!

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  2. Creo sinceramente que en el caso de estas organizaciones no existen ayudas ni prebendas, en todo caso pisotones y zancadillas. No comparto sus ideas pero las respeto mucho. Desigualdades las hay, tanto por un lado como por otro (hace días un joven amigo me comentó que no consiguió un trabajo por el que se había preparado, por no ser mujer)
    En fin, como puedes ver evito dar nombres excepto en el de Olga; tampoco nombro el partido político por deferencia a él, ya que por ahora es en buen y leal contricante, aunque en el caso de gobernar sea el típico que tradaría poco en convertirse en totalitario.

    Un abrazo

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    1. A mi edad ya no cometo la incorrección de generar polémicas en la casa de una persona que me recibe bien como tú.

      Hablamos en términos muy generales y como no concretamos de qué organizaciones hablamos resulta difícil discriminar respecto a si han vivido, o no, al amparo del poder y anquilosadas en ideas que, necesariamente, han de evolucionar al compás de los cambios.

      Respecto a las desigualdades, los datos se empecinan en señalar quienes sufren discriminación (da igual que mires datos de personas por debajo del umbral de la pobreza, que tasas de paro, que empleo precario y mal pagado, que diferencias salariales, que imposibilidad de romper el techo de cristal para llegar a la elite del poder político, económico, cultural, etc.

      No dudo que ese amigo haya sufrido esa discriminación pero no debemos perder de vista quién la sufre reiteradamente y a lo largo del tiempo.

      Todo mi respeto, por eso, a tus opiniones, como no podía ser de otra manera.

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