_________________________________________
-¿Con cuántas mujeres te has acostado?
Está a mi lado, con la cabeza recostada sobre mi pecho.
Le acaricio la espalda hasta la rabadilla y se estremece, gime, levanta los
ojos y me observa insaciable, terriblemente insaciable, tanto que igual me
asusta que me satisface.
-Responde –reclama con intransigencia.
Me río, no puedo hacer otra cosa.
Me río, no puedo hacer otra cosa.
-Estoy pensando.
-¿Tantas?
No, no son tantas, el problema es que nunca se me ocurrió
contarlas, ni tengo interés en decírselo. No recuerdo qué le respondí, seguramente
inventaría un número o quizá me hartara y respondiera con una invectiva. Tiempo
después, ya marcada definitivamente por la enfermedad, volvió a preguntármelo.
Pero entonces me reí con ganas, sin fingir. Le podría haber respondido, que con
tantas como ella o infinidad menos si contaba a sus amantes masculinos. Y ella,
cómo no, hubiese dicho que no es lo mismo.
Pero entonces, por mucho que ya viviéramos juntos, todavía no me conocía y podía imaginar cualquier cosa menos la realidad. La vida que llevaba parecía más la de un libertino que la de un tipo delicado en ese tipo de temas.
Recuerdo que entonces me disgustó su descaro. Me preguntó por algo que sabía que yo nunca le preguntaría, que achaqué a su juventud y a su inseguridad. Pero también que me sorprendió con su respuesta, tan inesperada como enorgullecedora para mí en aquel momento, después de exclamarme, que, fueran las que fueran, a su edad no llegaba ni a la cuarta parte de ella.
-No es lo mismo. Yo por amor solo me acuesto con Jep y contigo, con el resto es y ha sido distinto. Tú eres incapaz de hacer el sexo por solo el físico o la diversión y aún menos por compasión. ¿A cuántas mujeres has amado Popol, aparte de a Anna, a Mónica y a mí?
Pero entonces, por mucho que ya viviéramos juntos, todavía no me conocía y podía imaginar cualquier cosa menos la realidad. La vida que llevaba parecía más la de un libertino que la de un tipo delicado en ese tipo de temas.
Recuerdo que entonces me disgustó su descaro. Me preguntó por algo que sabía que yo nunca le preguntaría, que achaqué a su juventud y a su inseguridad. Pero también que me sorprendió con su respuesta, tan inesperada como enorgullecedora para mí en aquel momento, después de exclamarme, que, fueran las que fueran, a su edad no llegaba ni a la cuarta parte de ella.
-No es lo mismo. Yo por amor solo me acuesto con Jep y contigo, con el resto es y ha sido distinto. Tú eres incapaz de hacer el sexo por solo el físico o la diversión y aún menos por compasión. ¿A cuántas mujeres has amado Popol, aparte de a Anna, a Mónica y a mí?
Y no supe qué responderle, porque en aquel momento yo
tampoco había sentido amor por todas mis amantes sino una fuerte empatía, igual
que ella más adelante por Joan, Biel, Pere y tantos otros y otras, que ni
siquiera puede enumerar. Y tampoco se acostaba solo por amor con Jep y conmigo.
Su respuesta a las fantasías y morbosidades que experimentábamos demostraban el
deseo de puro sexo.
___________________________________________
-¿Qué hacíais con ellos? –Pregunté un día a Mónica, cuando
ella y uno de los dos amigos ya habían abandonado la relación, aún no sé si por curiosidad o
para saber si todavía podía mantener el control de nuestras vidas.
-De todo.
De todo puede ser mucho o bastante, podría ser cualquier
cosa. De Mónica poco más podía esperar. Amara es más explícita, pero necesita
su tiempo. Te cuenta la historia se lo pidas o no; lo necesita, y puede tardar
uno o varios años, a párrafo por día o por semana, da lo mismo.
-Igual que con vosotros -respondió en un primer momento.
Una semana más tarde empezó a entrar en detalles y entendí; para ella era un divertido
juego con un tipo que lo merecía, que se había convertido en más que un amante,
en un amigo con el que compartía historias, sensibilidades y desafíos que yo no
podía soñar. Me contó lo que hacía, cómo jugaba y las fantasías que le
procuraba, poco a poco, como si se diera cuenta que había llegado demasiado
lejos, tanto que no había retorno. Y entre línea y línea entendí su
complicidad, lo que sentía; pero también que había percibido la debilidad del
héroe y sus limitaciones. Y descubrí que ya no tenía nada que temer, que había
ganado la apuesta al apoyarla y casi obligarla a ser lo que siempre había
soñado.
___________________________________________
-Algunos de nosotros valoramos la vida de otra manera,
quizá tu lo entiendas, que la has manipulado, que has sentido como escapaba,
que la has quitado o has luchado por la de otros. Algunos de nosotros hemos
visto y vivido el horror, el pavor y la felicidad; hemos aprendido a tratarlos
como a un compañero de viaje. Y entre nosotros la complicidad que se forma
supera lo imaginable, tanto que en privado podemos, incluso, desprendernos de
nuestros escudos más íntimos, aquellos que ni siquiera los descubres al
compañero; y abrir nuestro espíritu sin ningún complejo, amar, desear y llorar
sin vergüenza. Él es así y yo también, y Mónica y tu también, aunque no seáis
de los nuestros.
___________________________________________
Aún recuerdo aquella noche en el barco, con Mónica y los
dos madrileños, jugadores de balonmano, cuando entre todos la convencimos que
podía ser lo que más había soñado, ser médico. Recuerdo cuando, a nuestra
vuelta, la obligué a pedir una excedencia para empezar sus estudios, cuando la
apoyé y casi forcé a que se matriculara; y su resistencia a perder la
independencia económica y depender de un tipo al que apenas conocía, con amigas
amantes que la superaban. Y también el aviso de Anna.
-Amara es distinta a todo lo que hayas conocido. Cuando
sea ella misma, si no estás a su altura la perderás como compañera.
Nos arriesgamos y valió la pena.
.
Esa pregunta que encabeza hoy la entrada, yo creo que, como eficaz contribución a la paz mundial, es mejor no contestarla.
ResponderEliminarVaya vaya... eso podría significar multitud de cosas, la primera es que con demasiadas.
ResponderEliminarPor supuesto, nunca se la he contestado, en mi caso por no sentirme obligado.