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Hace poco, algo más de una semana, perdí otro de
mis grandes amigos, de quien nunca hablé en mi historia. El corazón,
parece ser. Estaba fuerte como una roca. De vez en cuando salíamos
juntos, su compañera, Amara, él y yo. Hiciera frío o calor, con
lluvia o sol, me había acostumbrado a verlo llegar montado en su
bicicleta. Nos unía mucho más que la amistad, para mi era como un
hermano ideológico y un ejemplo de dignidad, honestidad, equilibrio,
transigencia, sobriedad y coherencia.
Con los años tejimos una
profunda complicidad y diseñamos un proyecto muy ambicioso, que
ahora deberé afrontar casi en soledad. Lo haré con todas mis
fuerzas, aunque solo sea para honrar su memoria. Será el mejor
regalo que habrá hecho a la sociedad, y os puedo asegurar que han
sido muchos, innumerables.
No diré
quién es, porque mi amigo era muy conocido en ciertos ámbitos, no
solo de España sino de medio mundo.
Es curioso como poco
a poco me voy quedando solo. Mis amigos me abandonan. De guiarme por
la salud, yo sería el último.
Hace años, no tantos, habría
estado entre los primeros; y mejor no hablar de mucho más atrás. En
principio yo no debería haber llegado a los treinta. Mis amigos,
prácticamente todos excepto Artur, mi
amigo hermano de aventuras, fueron muy conservadores en lo
que respecta el riesgo y la aventura. Tanto él como yo hemos vivido
al filo y buscado el límite. Algo más yo, debo reconocer. Y ahora
ya ves.
Pero dejemos la historia para quienes prefieren
relamerse en el pasado, porque decidieron abandonar el futuro.
Dejemos que sean otros los que escriban batallitas de abuelos.
Nosotros hemos de mirar al frente y buscar el modo de rectificar el futuro.
El futuro es para los
soñadores que no se rinden, para quienes construyen castillos en el aire. No para los que se quedan sentados frente al
ordenador, pensando cómo explicar por enésima vez su aburrida
historia. Por ahí ya pasé.
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La edad es lo menos, Toca cuando toca.
ResponderEliminarun fortísimo abrazo
Muchísimas gracias, luna
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