sábado, 8 de noviembre de 2014

TANTO QUE NI RECUERDO

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A los quince o dieciséis, ya no recuerdo, descubrí que era anarquista. Por entonces terminaba el bachillerato. Hablo del año 1967, de modo que el mayo del 68 lo viví siendo anarquista.
Uno no se hace anarquista sino que se es. Se nace como tal, porque es parte de una manera de ser, que se lleva en los genes sin necesidad de haberla heredado.
A los 20, cuando ya vivía en comunas, descubrí que podía sentirme más identificado con una chica de Fez, que había escapado embarazada de su casa, o con un norteamericano exiliado por no combatir en Vietnam, que con la vecina de la casa allende a la nuestra, que nos denunció solo porque éramos hippies y le dábamos mala espina.
La transigencia y la empatía no pueden ser delimitadas por fronteras, idiomas, costumbres, razas y, aún menos, por banderas.
¿Qué son las fronteras sino unas líneas imaginarias marcadas por guerras de señores feudales, de emperadores, de reyezuelos o de dictadores?
¿Qué son las banderas sino unos trapos tintados con la sangre de nuestros antepasados, que se mataron por dar gusto a sus señores feudales, a sus emperadores, a sus reyezuelos o a sus dictadores?

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5 comentarios:

  1. Gracias por tu relato y opinión.

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  2. Siempre tú, tus creencias son férreas y así lo vives y actuas, como lo cuentas.

    besos

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  3. ¿Reconocerás una pequeña exageración en esa afirmación sobre la genética anarquista? ¿No queda una pequeña rendija para que mediante el aprendizaje progrese el pensamiento de un ser humano, que durante aquél mayo de 1968 arrastraba motores para lavarlos con petroleo? Hasta que huela a ajo decía el maestro del taller y luego hasta que deje de oler. Y que a los 20 años a causa de un cierre gubernamental tuvo que abandonar, como tantos otros, la universidad? ¡Pues me temo que me he de quedar de liberal a la antigua usanza! Un abrazo.

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  4. Quizá lo sea, aunque lo dudo. Creo sinceramente que hay cosas que las personas llevamos dentro, solo que aparecen con el tiempo. Yo, por ejemplo, no sabía que era anarquista hasta mucho después, pero porque no sabía relacionar lo que bullía en mi cabeza con la palabra anarquista.
    Me largué de casa a los 18, aunque ya estuviera más fuera que dentro un par de años antes. Era un analfabeto político como casi todos los de nuestra generación, infectados por ideas izquierdistas sin saber muy bien su realidad. Luego, al entrar en charlas con los amigos y ya siendo un revolucionario, descubrí que mis ideas coincidían con una cosa que se llamaba anarquismo.
    Es curioso, yo también perdí aquellos años del mismo modo que tu. No obstante conseguí estudiar lo que más me ha fascinado, la economía, pero de la mano de catedráticos y amigos que se reunían en bares, plazas o casas de estudiantes.

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  5. el rojo y el negro van bien juntos

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