Esta noche, quizá mañana
por la mañana, seré abuelo tío, tan abuelo que no veo al tío por lado alguno.
Mi cuñada parirá una
niña. Quedó huérfana de padre a los once y su madre es un mueble, aunque esté
mal decirlo, porque al menos un armario sirve para algo y ella solo molesta.
Amara también tiene un hermano, pero es como si no existiera. Ahora solo se le
ve para solucionar algún papeleo de su madre, pero en cuanto esta falte, con un
poco de suerte desaparecerá en el limbo de la indiferencia.
Amara ha hecho de madre, precoz en su caso, y yo de padre. Con mi cuñada me llevo veinte años y he vivido sus problemas y sus estudios, de la misma manera que los de mis hijos. Ejerzo de abuelo con su hijo y solo la convención impidió que hiciera de padre el día de su boda, aunque ansiosa me buscara con la mirada y poco después me dijera que era a mí a quien sentía a su lado.
Amara ha hecho de madre, precoz en su caso, y yo de padre. Con mi cuñada me llevo veinte años y he vivido sus problemas y sus estudios, de la misma manera que los de mis hijos. Ejerzo de abuelo con su hijo y solo la convención impidió que hiciera de padre el día de su boda, aunque ansiosa me buscara con la mirada y poco después me dijera que era a mí a quien sentía a su lado.
Las familias son así, te las haces o no existen. La mía la formé hace mil años y sigue siendo la misma, sin vínculo de sangre, de genes o nada que se le parezca; sin embargo, sobre ella han caído bombas y nunca se ha disgregado.
A mi hermana no la perdí, más por ella que por mí, pese al empeño de mi madre por conseguirlo. A su muerte nos reencontramos y reforzamos el exiguo vínculo que ella tan primorosamente había cuidado. Ahora mi familia crece y, gracias a la muerte de mi madre, se extiende más allá de lo que nunca hubiera imaginado.
Ahora, mientras acompaño a mi cuñada hija al médico, recuerdo el entierro de mi madre, también a su numerosa y extensa familia, tan indiferente como ella. Solo uno de sus primos vino exclusivamente para hacer el paripé. El resto, mucho, era familia de mi padre y amigos de mi hermana y míos, que no sabían si habían hecho bien en venir.
El día que nos dejó lloré, uno de los pocos que recuerdo, tan es así que hasta me sobresalté y me escondí para que nadie viera mis lágrimas. Recuerdo incluso haber entrado en los lavabos y cerrar los ojos emocionado por lo que sentía, como si quisiera alargar ese momento a la sombra de cualquiera.
¿Por qué lloras?
¿Por sentirte culpable, por lo que has perdido o por lo que nunca pudiste tener?
Hoy, tras más de dos años, sé que fue eso último.
Esta misma noche o
quizá mañana por la mañana, una vez más seré abuelo, uno de los hombres más
felices de este mundo. En febrero mi hija parirá otra niña, a la que llamará
Paula, y volveré a ser feliz.
A la familia la haces, tal como hice hija a mi cuñada, hijo a su compañero y nieto a su hijo; y hermana a Mila, a Anna, y hermano a Jep, a Joan. Para otros lo más sencillo hubiera sido no pensar ni en ello, aferrarse a la falsa familia que dicta la convención. A mí, sin embargo, no me costó ningún esfuerzo y habría sido mucho no haberlo hecho.
Ahora, dejando aparte el melodramatismo de la situación y haciendo un esfuerzo de memoria, descubro que no olvido a mi madre, que recuerdo nuestros mejores momentos, que fueron muchos, pero sin perder la perspectiva de quién fue y lo que representó. También que sin ella, seguramente no sería quien hoy soy, ni hubiese vivido como tal.
A la familia la haces, tal como hice hija a mi cuñada, hijo a su compañero y nieto a su hijo; y hermana a Mila, a Anna, y hermano a Jep, a Joan. Para otros lo más sencillo hubiera sido no pensar ni en ello, aferrarse a la falsa familia que dicta la convención. A mí, sin embargo, no me costó ningún esfuerzo y habría sido mucho no haberlo hecho.
Ahora, dejando aparte el melodramatismo de la situación y haciendo un esfuerzo de memoria, descubro que no olvido a mi madre, que recuerdo nuestros mejores momentos, que fueron muchos, pero sin perder la perspectiva de quién fue y lo que representó. También que sin ella, seguramente no sería quien hoy soy, ni hubiese vivido como tal.
La familia es como la
patria o las banderas, solo existe la que sientes, nunca la que te imponen. La
mía es tan extensa como el mundo, su piel no tiene color y no necesita idioma, el
vínculo cultural depende de la empatía que siento, y los genes son cosas tan
pequeñas y extrañas que no sé diferenciarlas unas de otras. A la familia hay
que hacerla con tesón y amor, lo demás es engaño y debilidad.
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El círculo que se va dibujando a nuestro alrededor, esa geométrica palabra que ahora se pone tan de moda, abarca personas que nos quieren o quizás que queremos, consanguineos, o adosados como les digo a mis ahijados, por no decir hijos en su presencia, aunque luego presumo de sus éxios tanto como de los que tienen los mios propios...Círculos con sus virtudes y sus defectos...Enhorabuena YAYO...y que no te pase ná....Un abrazo, que a nuestra edad eso de los besos se podría malinterpretar...
ResponderEliminarEspero que todo haya salido bien, querido abuelito. ¡felicidades!
ResponderEliminarEstoy de acuerdo en todo lo demás.
Besos para Amara también
Felicitats Pau. Si yo hubiera tenido un tío abuelo como tú, me hubiera cortado las venas... pero de emoción.
ResponderEliminarAbraçada
calmA