lunes, 30 de julio de 2012

DEGRADACIÓN

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Hace un mes busqué un tejido de punto, sencillo y muy básico, pero con el suficiente colorido. Visité algunas empresas, las más grandes del país. No lo encontré. Lo más parecido podía encontrarlo sólo en los colores más básicos y en caso de querer uno en especial, tendría que esperar a que lo tintaran sin la garantía que quedara bien o tal como lo quería. Al fin pedí una cantidad de metros entre cuatro colores, valía la pena arriesgarse, pensé en aquel momento.
Iluso, mil veces iluso.
Hace un par de días, en una visita a una amiga competidora, vi un muestrario parecido a lo que había buscado con tanto ahínco. Podía contar un mínimo de cuarenta o cincuenta colores. Desconcertado lo cogí para estudiarlo.
-¿Quién demonios fabrica eso? –Inquirí
-No sé, me lo dieron en París, en Francia hay muchos que hacen eso.
Di la vuelta al cartón, ya que en el envés se suele poner el precio y las características técnicas del producto. Algo más barato que el contratado por mí en la fábrica de Mataró.
-Te garantizan el servicio y el color. De hecho disponen del suficiente stock, -me dice preocupada.
Más barato y con servicio inmediato, sin riesgo, sin un mínimo y el color que me plazca.
Y recuerdo hace unos pocos años, cuando podía pasear por Igualada o Mataró sin dejar de oír los telares, ya que no había una manzana sin un tejedor. Recuerdo entrar en cualquier sitio y poder encargar lo que quisiera a un precio más bajo que en París. Y recuerdo cuando unos cientos de metros más lejos, un tintorero te hacía el color que quisieras.
El tejedor de Mataró no es malo y en principio creí que su precio era competitivo. Lo cierto es que no anda muy bien de trabajo, de tal que mi pedido le habrá servido de respiro. No gana lo suficiente y el salario de sus trabajadores ni de lejos se acerca a los del francés.
¿Qué ocurre?
El alquiler, los impuestos de un montón de administraciones distintas, el reciclaje de las sobras, la falta de inversión y la antigüedad de la maquinaria, su falta de preparación empresarial, la imposibilidad de abrirse al exterior por no saber idiomas, la energía más cara... Son tantas las cosas que es imposible corregirlas.
Es el producto de unos cuantos decenios de corrupción y de degradación.

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Mi hijo me llama por el Skype, hablamos de su trabajo, allí donde un gobierno tercermundista ha decidido invertir en investigación. Hablamos de submarinismo, del último título conseguido. Sabe que quiero ayudarlo para montar su propia empresa.
En el país está bien considerado, se reúne periódicamente con profesores, políticos, militares y hoteleros. Lo respetan y hace poco el gobierno local le preparó una sala de conferencias, para que explicara a la población sus logros.
Sabe que le prestaré todo lo que le haga falta para establecerse allí, nunca en España. Aquí ya no sirve ni el turismo, a no ser el cultural en Barcelona.
Un club de inmersión en la costa solo factura lo suficiente los meses de verano. El local es el mismo, los impuestos más elevados, los alquileres más caros, el transporte también, el material es el mismo, los técnicos de mantenimiento son peores y cobran más, el seguro de responsabilidad civil también, la gasolina... Allí el negocio aguanta nueve meses al año como mínimo, y se le respeta y de pasada puede ejercer de investigador de campo. Aquí se le desprecia y tendría que mendigar para encontrar el mismo trabajo, codearse con políticos y policías corruptos, para darles las gracias por dejarle hacer un trabajo que beneficia al país.


Es eso, no lo olvidéis cuando llegue el momento que se nos compare con un africano. Es eso y nos lo hemos ganado a pulso.



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2 comentarios:

  1. Es que para hacer carrera, aquí lo primero es afiliarse al partido popular socialista y luego a recorrer despachos de correligionarios a la búsqueda de subvenciones y contratos.

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  2. Tú hijo hace bien, aquí nos estamos axfisiando.
    Besos

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