domingo, 31 de julio de 2011

LA HISTORIA ES INNEGOCIABLE

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Escribo mientras escucho The Wall, de Pink Floid
Grande, muy grande.



La encuentro echada sobre la cama, con el libro en una mano y el lápiz en la otra. Sentada le sería imposible por su espalda y la maldita radiculopatía.
Rectifica en silencio, a mi modo de ver poco, ya que según ella está bastante bien escrito.
Aunque buena lectora y acostumbrada a redactar largos informes para la administración, y misivas a sus colegas y a los pacientes, sé que como correctora no es muy de fiar. Cuando termine lo pasaré a mi hija, mucho más exigente y versada en la publicación de artículos en revistas.
-¡Pero si es tu vida! -Exclamó solo haber leído las primeras páginas. –Me dijiste que sería una novela basada en ella, pero no esperaba que tanto.
Me encojo de hombros…
La mejor manera de escribir tu historia es que nadie lo sepa.
Va por la página cincuenta y pico, le queda la mitad y solo una vez me ha llamado la atención.
-Si quieres tratar a este tipo de nazi cabrón, hazlo, pero no remarques tanto que es valenciano.
Y lleva razón. En Levante abundan los filonazis, nadie imagina por qué, pero ni mucho menos son mayoría y el resto podría sentirse insultado o menospreciado.
En la página cincuenta y pico ya he hablado de lo más comprometido y no se ha quejado. Amara no toca la historia, no opina sobre ella, ni siquiera dice si es amena. Sabe que es la de un hombre y que eso es innegociable. El Blues de Amara estará dedicado a ella: la mujer absoluta. Entonces ya veremos…

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-¡Joder! Vaya polvo tiene esta tía.
Eso nos dice uno de los tipos con los que Joan y yo charlamos en un rincón del gran jardín.
Y sí, es cierto, parece pedir a gritos que le hagan un favor y está de muerte.
Uno de sus compañeros, ya granado en esas lides, atractivo y con un punto de madurez, tercia con algo de inseguridad.
-Será una calientapollas, las tías como ella suelen serlo.
Y me río en silencio. Esos tipos, por muy trabajados que parezcan, no saben que Amara les ha echado el ojo.
Joan sigue el juego...
-¿Es una casualidad o coincidimos con los amigos?
Se acerca con una sonrisa. Parte de su cabello cae despreocupadamente por encima de su cara. La camisa abierta y atada muy por encima del ombligo, deja ver su vertiginoso escote y la redondez de sus pechos, el estómago y gran parte de su vientre.
Joan, como saludo pellizca uno de sus pezones, que con descaro se marcan a través del fino voile. No se queja ni pierde la sonrisa, solo emite un suave gemido acompañado por un simpático mohín de sorpresa.
La presentamos. No responde con un beso, no suele hacerlo, excepto a nosotros, con uno en la boca después de atraernos por la cintura, tierno, carnoso. Les da la mano y recuesta su cuerpo en el árbol, mostrando mejor la rotundidad y elasticidad de su cuerpo.
Hablamos del libro de su mesita de noche, ya sin necesidad de fingir nuestra amistad, de la última película de estudio que vimos juntos y de su director. Joan le habla de medicina como a un colega.
Tiene veintitrés y aparenta menos, sin embargo, habla y actúa como una mujer de treinta. Mezcla la cultura con el humor y el desenfado, la formalidad con un cierto liberalismo cargado de sensualidad. Está de caza y nosotros le facilitamos las presas que sabemos le gustan. Es un juego, y ella, sin haber acuerdo por medio, ha entendido y lo sigue.
Con delicadeza introduce a los tipos en la conversación, los hace suyos sin que apenas se den cuenta. Responde y pregunta de manera que parezcan parte de ella, haciéndolos partícipes de sus lecturas, del cine que le gusta y de sus divertidas apetencias eróticas, como si ya fuera una vieja y buena amiga. Es el arte de la seducción y de la persuasión en un grado desconocido para la mayoría.
Joan y yo nos miramos... tenemos dos opciones: irnos o llevar el engaño aún más lejos. Y escogemos la primera. Ella ya sabe lo que hacer con esos tipos.
Nos despedimos abrazándola con sensualidad, acariciándole los hombros, besándola en el cuello y en la boca...
-Bueno... nosotros marchamos. No la estropeéis demasiado. Dejadnos un cachito lo suficiente entero para poder pasarlo bien.
Y ellos, entre excitados y perplejos siguen con la broma. La observo... desborda sexo por todos sus poros. Sé cómo terminará, la fiesta lo merece, algunos ya han desaparecido por los dormitorios o entre los setos y otros bailan en bañador, mientras algunos juegan desnudos en la piscina.
Y nos vamos riéndonos en silencio, en busca de alguien que merezca nuestra conversación o por si encontramos a Vicki despistada. A Joan y a mí no nos atraen estas fiestas y solo asistimos para dar gusto a nuestras jóvenes compañeras y para que ejerzan la libertad en todas sus facetas.


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miércoles, 27 de julio de 2011

LA NUEVA FRONTERA

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Hace años, solo haber comenzado mi blog, un buen amigo bloguero, hoy de los mejores que tengo, me llamó la atención.
-Me preocupas, Pau. Este blog parece un testamento –me dijo.
En aquel momento me reí y lo negué. ¿Qué podía responder? Pero no hay más hipocresía que reírse de la realidad y no hay más mentira que el autoengaño.
Y es cierto, por qué negarlo, era mi testamento, de la misma manera que lo son o lo eran los tres libros que estoy escribiendo.
Un testamento puede escribirse en un día o en una década y éste parece llevar el camino de lo último. Y es y ha sido, porque antes de la aventura de Myanmar, hasta es posible que aún lo fuera; pero a mi vuelta todo cambió.
Un testamento se escribe o se hace cuando nada de lo que queda tiene el suficiente valor, y no por falta de ganas en seguir, sino porque se cree que ya nada queda por hacer.
La salud de Amara, los negocios, los amigos, el futuro... no son una frontera ni tienen visos de serlo o siquiera parecerlo, no sirven para seguir con el autoengaño. Y lo cierto es que nunca he sido muy proclive a él.

El viaje a Myanmar y el consiguiente rescate de Anna, aun siendo la aventura más corta de toda mi vida, la más sencilla y menos traumática, ha terminado convirtiéndose en la más intensa. Y sin haberlo buscado, ha abierto en mi espíritu una nueva frontera de proporciones desconocidas para mí.

Hace muchos años y recién comenzada la lucha, Mónica y yo ya descubrimos que nuestra amiga había tomado otro camino, tan inacabable como la naturaleza humana: el de la paz y la palabra, de la educación y el convencimiento; que nosotros, con falsa ceguera, preferimos no ver.
La violencia hastía y relega el espíritu de los hombres a su mera caricatura, y nosotros, Mónica y yo, nos hartamos de ella.

Mi segundo libro, que ha sido escrito en base a una verdad y como tal carece de la emoción de su escritor, relata unos hechos tal como fueron vividos y sentidos en su momento, sin juicios ni recriminaciones. No obstante, casi en su final incrusto un puntual toque en recuerdo a Anna, inevitable después de mi experiencia en la jungla birmana, de mis lágrimas en el avión de vuelta.
Mi tercer libro, ese que apenas he empezado, debía ser el último. Ahora quizá haya un cuarto, no sé cuándo, si dentro de cinco o veinte años, da lo mismo.
Anna, ella una vez más, me ha mostrado una nueva frontera que a los sesenta ni siquiera entiendo, que se desdibuja en el infinito, tal como veía el horizonte cuando navegaba a vela.

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viernes, 22 de julio de 2011

A TRAVÉS DE NUESTROS OJOS...

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“A través de nuestros ojos el universo se percibe a sí mismo, y a través de nuestros oídos el universo escucha sus armonías cósmicas; y nosotros somos testigos de que el universo cobra conciencia de su gloria, de su magnificencia.”

       (Stefan Pashov parafraseando a Alan Watts, en Encounters at the end of the world.)



Es curioso... podría ser que los físicos hayan encontrado lo más parecido a Dios, que ya sepan quién es, qué mide y lo que pesa; y hasta es posible que estén a punto de saber cómo se hizo.
Los antiguos alquimistas creían que el hombre conseguiría entender la naturaleza del cosmos, pero nunca podrían acceder a su llave. Eso lo decían con un fraile al acecho, imagínense lo que habrían dicho sin él.
Gracias a muchos quemados en las hogueras de la inquisición (o sea, pese a Dios), hoy podemos saber cosas que estaban prohibidas, como si la censura evitase la verdad física.
Debemos reconocer que la estupidez de nuestros clérigos supera incluso a la de nuestros políticos.

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miércoles, 20 de julio de 2011

EL PRIMO DE MI PADRE

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Este sábado me entrevisté con el primo de mi padre, historiador y protagonista del cambio político en España; de los que más según unos y de los que menos para otros. La realidad es que lo fue y mucho.
Hablamos mucho, un par de horas lo menos, del pasado y de su libro.
-¿Cuándo podremos leerlo? –Le pregunté.
-Aún falta bastante y solo se publicará un resumen –respondió.
Un resumen... Y es que mi tío, de 91, es de derechas y un gran defensor de la censura, aunque sea a título privado.
En su mundo todo está regulado. Primero lo leerá su jefe, y después, de común acuerdo se publicará lo que conviene. La historia real quedará archivada en la gran biblioteca, para el estudio de cuatro escogidos con suficiente capacidad de criterio.
-Un resumen... La verdad, supongo –insinúo.
-No toda –responde.
Y hablamos de la verdad, de su valor y su poca o mucha importancia.
-Todos tenemos pecados. Nadie es perfecto y no debería ser tan difícil asumirlo. No es bueno que algo se quede en el tintero –le dije.
Cuando uno escribe su historia, lo mejor es no esconder nada, así evita que lo haga otro. Y si no la escribe, se arriesga que un tipo como mi tío le saque los colores.
Y hablamos de la lucha... El la hizo tras las bambalinas, los otros, esos a quienes tanto critica, dejaron la piel.
-De no haber sido por ellos, probablemente aún estaríamos cantando loas al Movimiento. -Eso le dije.
Ya llegando a su redil, me dijo que no tanto. Pero sí, yo sé que sí.
91 años... Hemos quedado para otro día. Nos interesa a los dos, él posee datos que pueden cambiar la opinión que tengo de mi historia, y yo otros que pueden cambiar la suya.
El escribe sus memorias, condicionado por el lugar donde se encuentra, temporal y físicamente, en forma de crónica histórica; sin embargo, la mías son de lo inmediato, tal como las viví y en base a lo que entonces pensaba y sentía. No es lo mismo, sus datos poco pueden cambiar lo que hicimos y cómo lo viví. En cambio, los míos pueden alterar su historia; sobre todo cuando descubra que fue manipulado por unos y utilizado por nosotros. Quizá no le guste y se autocensure, o simplemente omita la parte que le disgusta; si no él, su jefe.

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domingo, 10 de julio de 2011

ANNA, SIEMPRE ANNA...

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Hoy, al leer y comentar a mi admirada Carmen Posadas, he recordado una curiosa anécdota.

Anna, siempre Anna…
Últimamente mi pensamiento va demasiado ligado a ella. El libro, del que es protagonista. Las circunstancias en las que nos hemos visto envueltos. El viaje y el abrazo que le di. La noche que pasamos juntos, ella a mi lado, abrazados… quizá haya sido la última, quizá no haya otra.

Ella conducía mi segundo coche, el Dianne 6, y por un descuido casi atropella una chica. A la pobre le dio un buen susto, tan fuerte que respondió con un manotazo en el capó y gritó: ¡Mujer tenías que ser!
Anna se impresionó mucho, estuvo un buen rato dándole vueltas al asunto, de tal que al final tuve que calmarla.

Anna, siempre Anna…
Escucho una historia y automáticamente me viene un recuerdo, la relaciono con una anécdota. Visito un amigo, hablo con mis hijos, con mi joven nuera, paseo por un mercado… y Anna, siempre ella.

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miércoles, 6 de julio de 2011

UNA NOCHE DE VERANO

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Ayer hablé con mis dos hijos y sus respectivas parejas hasta las dos de la madrugada. Primero sentados en la escalera de una plaza del barrio gótico, frente al piso que compartí con Anna y comiendo unos kebabs. Me permití hablar unas palabras en urdu con el pakistaní. Mis hijos no esperaban ni conocían esta faceta, la tenía bien guardada. Más tarde seguimos en mi lugar preferido con unas caipirinhas. Antes habíamos estado en los jardines de la Universidad central, escuchando a la preciosa e incomparable María Rodés.

He impreso dos copias de mi primer libro, una la he dejado sobre mi mesa, para que puedan leerla antes de la última corrección.
Así, como quien no quiere la cosa, les he pedido que subrayen con un lápiz lo que consideren mal escrito.
-No cambiaré nada de lo que hay. En caso que lo edite se levantarán ampollas y muchos me retirarán la palabra; pero si a los sesenta uno no puede permitirse contar la verdad, mejor que desaparezca.
Eso les dije después de contarles quienes son y han sido Anna, Mónica, Joan, Jep, Tony y Mireia para mí, cómo los conocí, y quién fue Carlota.
Ahora estoy corrigiendo digitalmente mi segundo libro y pronto estará listo para ser leído. Pero antes que nada quiero que sepan quién fue su padre. Mientras tanto ya he empezado el tercero.

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viernes, 1 de julio de 2011

POR SIEMPRE ANNA

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-Me gustaría seguir -Eso me dijo mi colaboradora.
Es joven, mucho más que yo. Mi socio desea cerrar, no quiere seguir con la empresa.
Hace tiempo tuve una idea. La guardé en la memoria, demasiado compleja, arriesgada y descabellada, tanto que hasta podría tener éxito.
-¿De verdad quieres seguir? Tengo una idea.
Y se la planteé. ¿Por qué lo haría?
-Si no exportamos, no vale la pena. España es un desierto, -le dije casi para desanimarla.
Por qué no probar, me pregunté. Y llamé a algunos amigos.
Y la he liado. Ahora solo quedan días, ni siquiera una semana para echarse para atrás. Luego será muy difícil y costoso.
El truco es hacer como Cortés: quemar las naves. Y eso es lo que estoy haciendo.
A los sesenta, uno tiene miedo. También lo tuve a los veinte, a los dieciocho, a los treinta… Y el miedo se combate lanzándose en picado.
Decidí que a los sesenta cerraría la empresa para retirarme, y resulta que diez días después de haberlos cumplido, creo otra cinco veces más grande.
Mi hijo dice que eso es tener cojones; Amara que los tengo muy bien puestos; mi hija ni se ha inmutado, cualquier cosa que haga su padre la encuentra normal; sin embargo, yo estoy acojonado.

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De Anna, pese los días que han pasado, no sé nada. No es que me inquiete, en todo caso lo esperaba.
Tengo la premonición que no volveré a verla, a no ser que vuelva a la jungla en su pos, algo rematadamente difícil.
Por lo menos la aventura sirvió para que Alvar y yo nos reencontrásemos.
Alvar pagó el viaje y puso una millonada a disposición de Biel, por si hacía falta comprar voluntades. Fue importante, ya que, aun sin haber hecho falta, dio seguridad a mi amigo y evitó que se adelantara a lo que yo tenía planeado.
Biel se quedó. Es natural. En Chiang Mai hay un aeropuerto, luego ciento veinte kilómetros de carretera infernal hasta Fang, son tours para turistas. Las mujeres jirafa son un espectáculo, muchos viven de eso y están a medio camino. Una vez allí, alguien lo debió llevar hasta su amada, mi por siempre amiga hermana amante. Dos o tres días, no más. Luego volvió a su trabajo.
Biel no estuvo en mi fiesta, estaba en París y mandó un vídeo. Lo vi aparte porque no llegó a tiempo. Lloraba.
Anna no volverá, morirá allí, en la jungla, rodeada de sus jóvenes y valientes compañeras. Espero que envejezca tal como es y que vea cumplido su sueño de libertad. Solo lo espero, porque allí muy pocos llegan a la vejez. Ella es fuerte y tal vez pueda. Me gustaría estar a su lado, pero también al de Amara, al de mis hijos.

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Anna me enseñó mucho, de no haber sido por ella nunca habría llegado tan lejos ni habría vivido tanto. Anna me hizo fuerte y seguro, me enseñó a ser más libre cuando creía que ya lo era; y a respetar la libertad de los demás por encima de cualquier cosa. Y luchó hasta el final para que todo su mundo lo fuera. Y cuando detectó el conformismo, buscó quien la necesitaba, sin menoscabo de perder la suya.

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Y Alvar, temblando aún más que yo por lo sucedido, le dijo en un susurro: -ya eres libre.
Y ella, sin pestañear, famélica, con las rodillas llenas de heridas; pero con voz tranquila, con su sonrisa, aquella que desarmaba y turbaba las voluntades más brutales, le respondió: -siempre lo he sido.

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