domingo, 25 de agosto de 2019

Sobre el Woodstock

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Woodstock 1969


Woodstock 1999

Debo reconocer que hay dos, solo dos cosas, actos o como se quiera llamar, que dejaron una profunda señal en mi memoria y que actuaron como impulsores de mi ya declarado espíritu hippie. Una fue el primer Woodstock, la otra, que hoy no viene a cuento pero del que algún día hablaré, fue la expedición de la Acali.
Ambas las "viví" con envidia, la primera por no poder asistir -un hippie español sin recursos carecía de la posibilidad de ir al Woodstock-. En cuanto a la segunda lo mismo, ya que para participar en la expedición de la Acali, tenías que pasar por una terna a la que ningún español fue invitado, aparte de que en aquel momento yo estaba cumpliendo condena en un calabozo del ejército español.
Del Woodstock, el primero y auténtico, he hablado mucho. El pasado 15 de agosto, cuando cumplió los 50 años, publiqué una entradilla en una de mis dos páginas de Facebook, esa red social que cada día me cansa más pero de la que aprendo mucho.
El Woodstock fue un acontecimiento único, aunque son muchas las veces que se ha intentado repetir. La diferencia entre el Woodstock de 1969 y, por ejemplo, la pantomima de 1999 merecería un artículo. La asistencia fue prácticamente la misma, alrededor de 400.000 personas. Se dice que en la primera la gente pasó hambre y sed, sin embargo, el público compartió la comida y se instalaron de manera urgente cocinas de campaña que repartían agua y comida. En la segunda todo era de pago a unos precios abusivos, y con tanta escasez que los servicios sanitarios tuvieron que atender numerosos casos de deshidratación
y desmayos, con una muerte conocida por hipertermia.
Pese la evidente desorganización, en el primero no hay constancia de ningún acto de violencia, aún menos sexual. En el segundo la gente enfurecida por la desesperación, la sed y el hambre, quemó tiendas, furgonetas, camiones y hasta una torre de altavoces. Cuatro mujeres denunciaron haber sido violadas, pero se tiene conocimiento de algunas más en grupo, no denunciado seguramente por temor.

Una de las diferencias entre los dos macro conciertos, es que el primero fue
la consecuencia de un estallido de millones de seres humanos normales, que solo querían vivir en paz y armonía con sus semejantes, que aún resuena en los oídos y corazones de quienes quieren escuchar; mientras que el segundo fue una llamada a la diversión, hacia una multitud de jóvenes a los que se les quiso tomar el pelo impunemente.
Otra de las diferencias es la actitud del gobierno. En el primero, al ver que los organizadores no habían previsto la enorme afluencia (entre 400 y 500.000 personas, aparte de 250.000 que no pudieron llegar), envió al ejército para dar soporte logístico. En el segundo se limitó a enviar el último día gran cantidad de policías para disolver la concentración.


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jueves, 22 de agosto de 2019

la Asturias del interior que enamora

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El bosque de Muniellos en la Asturias que enamora

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miércoles, 21 de agosto de 2019

La Asturias del mar que enamora

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lunes, 19 de agosto de 2019

Nada de que arrepentirse

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Imagen extraída de wikiquote.org

“Dentro de veinte años sentirás más decepción por lo que no hiciste que por lo que hiciste”
Mark Twain



Charlando hoy con un grupo de jóvenes asturianos, con los que hemos coincidido en un concierto de Reggae, bastante encendidos y con ganas de cachondeo por cierto, he recordado una divertida anécdota con Amara.
Hace años, no recuerdo cuantos ni donde sucedió, pero sí que era con nuestros viejos amigos y un grupo de supuestos conocidos, seguramente en una boda o banquete.

Amara, extrovertida y cercana como siempre, era el foco de atención por su enorme atractivo. Alguien, ya un poco avispado, propuso un juego de tono picante que trataba de relatar anécdotas eróticas o directamente experiencias sexuales poco comunes.
Recuerdo que uno los conocidos, quizá con la presunción que nadie respondería, preguntó quién había hecho el sexo con más de dos compañeros a la vez, y que explicara su experiencia. Y claro, Amara contó una de sus muchas aventuras. Lo hizo sin pestañear, como si fuera lo más normal del mundo. Yo, y supongo que el resto de viejos amigos, esperaba que contara una de sus aventuras con Rob, Richard y sus dos compañeros británicos. Richard estaba presente y en aquel momento pensé que se contuvo por respeto a su intimidad. Para mi sorpresa Amara contó su primera aventura con tres hombres a la vez, por ser la más excitante, según ella, de todas las que había participado, la de nuestra luna de miel con los dos surfistas sevillanos.
Me divirtió ver a nuestros supuestos conocidos removerse en sus sillas más excitados que nerviosos. Recuerdo muy bien a una de las chicas muy agitada y respirando con más intensidad de lo normal. Tras la erótica disertación de Amara, no exenta de toques de humor tan típicos en ella, Richard preguntó si también valía una experiencia de varios hombres con una mujer, contada por uno de ellos. Alguien, esperando supongo que al ser un hombre quien la contara se enfriaría el ambiente, dijo que adelante. Y yo no pude más que soltar una carcajada, porque Richard nunca ha sabido expresarse en castellano con demasiada fluidez, aún menos si la historia necesita palabras y hasta frases complejas, por lo cual ha aprendido a utilizar la mímica y los gestos. Y francamente, ni con todos esos recursos pudo salir airoso de semejante desafío, por lo que en algunos momentos sus palabras y gestos quedaban al aire y entonces buscaba desesperado la ayuda de su amiga, que con graciosos requiebros terminaba la frase, dándole entre los dos una carga de erotismo muy difícil de superar.


¿Y por qué me he liado a contar esa historia que no merece ser terminada?, que quizá podría convertirse en parte de una oda a la libertad más extrema. Y es que no existe mayor sentimiento de libertad, que la de sentir que la persona que está a tu lado la disfruta al máximo.
Y volviendo al hilo, la cuento porque ha hecho que recuerde otra, como verán más entrañable y valiosa para mí.

Hace años, muchos, los suficientes para olvidar las malas historias, pero no aquellas que te llenan de gozo, mi amiga-hermana-amante Anna y yo inventamos un divertido juego para distraernos durante las largas noches que pasamos juntos. En aquel tiempo éramos muy jóvenes, quizá demasiado por la experiencia vivida. Y digo quizá porque hoy dudo que algo tan subjetivo como la experiencia, pueda medirse y aún menos valorarse por la edad de quien la vive.
El juego trataba de hacernos preguntas comprometidas, siempre siguiendo un patrón y con la condición de que la respuesta fuera sincera. Involuntariamente este juego nos sirvió para unirnos y amarnos hasta un límite que difícilmente se puede superar. La pregunta que uno planteaba había de servir para los dos.
Aunque los años no pasen en balde algunas preguntas quedaron grabadas en mi memoria, las que más me sirvieron para conocerla. Gracias a ellas también descubrí la tan curiosa como atípica atracción que sentía hacia Artur y a mí, y su gran capacidad de comprensión hacia los demás.
Recuerdo que en uno de sus turnos ella preguntó por la fantasía que más me excitaba. Me costó mucho responder, en aquel momento mi amor no correspondido hacia Alba había desaparecido por completo y sentimentalmente me sentía desvalido. Opté por explicarle mi inquietud, algo que ella ya conocía. La única persona que en aquel momento me podía emocionar era ella, pero la rotura con Alba era demasiado reciente. Supongo que ella debió reírse, porque recuerdo que dijo que las fantasías son muy íntimas y van más allá de los amores y de los sentimientos. Y debió entender mi situación, porque acto seguido explicó la suya.


Tendría catorce años cuando conoció a dos hermanos gemelos, altos, fuertes y muy nobles con ella; absolutamente distintos, pero tan ligados entre sí que no podían vivir el uno sin el otro. Uno era rubio, muy atractivo e irreflexivo, el otro moreno y apasionado, pero tan reflexivo que escondía su pasión. Al año la vida los separó de ella. Esos dos hermanos sin darse cuenta le habían enseñado a amar y a ser como era, y desde entonces su mayor fantasía era hacerles el amor a los dos a la vez, enloquecerlos y extenuarse con ellos. Y ahora, después de tantos años sin verlos, los había reencontrado.
 

Y en aquel momento supe que estaba hablando de mi amigo-hermano Artur y de mí.

Nadie puede arrepentirse de lo que no hizo, pero sí de no haberlo hecho.

Años después de esta conversación nuestra amiga-hermana-amante vio cumplida su fantasía con toda plenitud.

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