domingo, 12 de agosto de 2012

ASTURIAS LA GRANDE

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¿Qué debieron ver los romanos para entretenerse en hacer una calzada por aquí?
Se supone que algo habría. Algunos cuentan que Roma ya utilizó el camino del norte para comerciar con Irlanda, la antigua Eire, para intercambiar el estaño por productos de las provincias. Pero lo lógico es que dicho camino siguiera la costa, más fácil y práctica, para seguir por las laderas pirenaicas hasta los centros industriales del imperio, y no precisamente por donde nunca fueron bienvenidos, en esta inhóspita tierra de tribus bárbaras y pastoriles, con ganas de asaltar las caravanas repletas de mercancías de su enemigo. O quizá por su espíritu civilizador, decidieran construir esa increíble y difícil calzada para atraer las tribus a su civilización.
Me impresiona pisar unas piedras que alguien puso hace dos mil años, una tras otra, miles de ellas, kilómetros y kilómetros de calzada que servía para unir algo que no se ve, unas ciudades que dudo que existieran en semejante lugar, en lo alto de los picos de Europa.
¿Qué sabemos realmente de los romanos?
Poco o casi nada. Sus libros desaparecieron y solo una pequeña parte, en forma de fragmentos o libros sueltos, pudo conservarse. Sabemos más de Roma por los griegos que por los propios romanos.
Hace años pasé unos días en Puebla de Castro, en Huesca y muy cerca de Graus; y un amigo arqueólogo me invitó a visitar unas excavaciones, que estaban aflorando una ciudad romana.
-Lo más sorprendente –me dijo –es que todos sabíamos que estaba, porque desde el medievo los agricultores la han estado cubriendo de tierra tras aprovechar sus piedras, pero nadie podía imaginar su tamaño. Al principio pensamos que descubriríamos los restos de unas estancias o un poblado, pero a medida que abríamos descubrimos unos preciosos y grandes baños, propios para una ciudad de más de diez mil habitantes, con su alcantarillado, su acueducto y vete a saber qué más saldrá. En prospecciones hechas en campos bastante alejados hemos descubierto antiguas construcciones urbanas. Por el tamaño que le presumimos podría haber llegado a los cien mil habitantes.
¡Cien mil habitantes que desaparecieron de un día para otro, en un lugar en el que nadie creía que podía haber una ciudad, ya que no sale en ninguna crónica!
-De esas hay muchas. Se han descubierto multitud de ellas en toda Europa, ciudades que nadie conocía su existencia por no haber ningún escrito sobre ellas y situadas en lugares que no se entiende. Esta necesitaba un gran acueducto porque aquí ni siquiera hay acuífero, sin embargo, de haberse edificado a cuatro kilómetros no lo habría necesitado. No me extraña que Asterix considerara locos a los romanos.

Escribo bajo un gran castaño, a lo lejos veo innumerables avellanos y algo más cerca distingo algunas hayas. Me gustan esos viejos castaños, doblados, caídos, rotos, que, sin embargo, se resisten a morir y lanzan nuevas ramas hacia el cielo. Hace años que vengo a esta maravillosa tierra repleta de castaños, de sauces, de avellanos y de hayas; que produce esa maravillosas sidra que no sé de dónde la sacan, porque lo que es manzanos solo veo alguno de vez en cuando, descuidado, en rincones medio abandonados y con las manzanas tiradas por el suelo. No entiendo como una tierra tan llena de castaños y avellanos no aprovecha sus frutos, aunque solo sea para el turismo. Supongo que alguna razón habrá.


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2 comentarios:

  1. Maravillosa Asturias, una tierra salvaje llena de enigmas y con una gente, muy suya, muy de la tierra, a lo mejor esos inexplicables caminos justificaron su construcción para el comercio de apreciadas sardinas y otros pescados con el interior. ¿Había limoneros en la orilla?.

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  2. Maravillosa, la más bella de España a mi parecer.
    Pues no, de limoneros no he visto.

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