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El pasado domingo compré un par de tomos en el Mercat de sant Antoni datados en 1865. Son un regalo para Jep por sus sesenta y se los entregaremos durante la fiesta que le hemos organizado, sin que pueda imaginarlo.
Amara anda como loca, emocionada y excitada. Pocas veces la había visto así.
Con Jep apenas he compartido aventuras, desafíos e inquietudes. No como con Alvar, que la última fue hace poco más de quince días y una de las más complicadas. Como con Joan, con el que conviví cuatro años largos, y medio año en el más curioso de los triángulos. Como con Anna, de la que mi lector ya sabe. Como con Lourdes, con la que perdí la inocencia de ser humano. Como con Mónica, con la que compartí la revuelta, la crueldad , la solidaridad y la fidelidad. Como con Amara, que lo he compartido todo, incluso la enfermedad.
No, con Jep no he compartido nada de eso, sin embargo, si tuviera que señalar a un solo amigo hermano, sin duda sería el.
Con Jep he compartido la amistad hasta el límite, la fidelidad por encima de todo, que es lo más mundano y, por ende, lo más peligroso, que es infinidad de cosas y de enfados que dividen, enervan y enemistan. Con el lo he superado todo y he compartido el amor de mis dos compañeras: Amara y Mónica
Amara es feliz y yo soy feliz por ella. Mónica es feliz y yo soy feliz por ella.
El libro se lo dará ella, envuelto primorosamente con sus manos. Lo besará delante de todo el mundo, conocidos y desconocidos; lo acariciará sin vergüenza. Y Mónica y yo asistiremos felices a esta demostración de amor.
Y es que cuando miro para atrás, y ahora más que nunca, que he podido platicar dos días enteros abrazado a mi amiga hermana amante Anna. Ahora que sé que Joan hará acto de presencia y le entregará su objeto más querido como regalo, que probablemente tomará asiento a mi lado; y que Vicki podrá abrazar a su amiga hermana amante. Ahora que podré explicarles lo bien que está Anna y cómo Alvar y yo conseguimos sacarla del embrollo. Siento algo para lo que no hay palabras que lo puedan definir.
Nosotros somos el vivo reflejo que la cuadratura del círculo puede existir.
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Sigo repasando y me asombra que deba rectificar párrafos enteros, páginas y capítulos.
¿En qué pensaba cuando escribía?
Dos páginas al día, párrafo a párrafo, oración a oración; y, luego, la parte de la historia entera para ver si enlaza correctamente. Solo dos, ya que he descubierto que corregir más no sirve de nada, que al día siguiente debería volver a empezar.
Y me vienen a la memoria anécdotas olvidadas o que en su momento obvié, que las introduzco mientras me tiro de los pelos o me cago en la madre que me parió, que viene a ser lo mismo.
Cuando termine lo imprimiré y volveré a corregirlo. Pienso que de seguir así, tardaré más de un año en terminarlo. Después empezaré a escribir el tercer tomo, al tiempo que corrija el segundo.
Era de esperar. Cuatro años, quizá cinco; uno más de lo calculado para los dos primeros.
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Desafíos: los sesenta años, la amistad y el amor, dos superficies geométricas equivalentes, la perenne corrección de lo escrito. Grandes retos todos que afrontar.
ResponderEliminarQué lo disfrutes mucho Pau, supongo que será un momento mágico entre tanta gente que entiende el sentido de la amistad de una forma tan excepcional como todo vuestro grupo. ç
ResponderEliminarBesos y no te atabales con el libro