viernes, 5 de agosto de 2022

En Memoria de X

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Hace poco, algo más de una semana, perdí otro de mis grandes amigos, de quien nunca hablé en mi historia. El corazón, parece ser. Estaba fuerte como una roca. De vez en cuando salíamos juntos, su compañera, Amara, él y yo. Hiciera frío o calor, con lluvia o sol, me había acostumbrado a verlo llegar montado en su bicicleta. Nos unía mucho más que la amistad, para mi era como un hermano ideológico y un ejemplo de dignidad, honestidad, equilibrio, transigencia, sobriedad y coherencia.
Con los años tejimos una profunda complicidad y diseñamos un proyecto muy ambicioso, que ahora deberé afrontar casi en soledad. Lo haré con todas mis fuerzas, aunque solo sea para honrar su memoria. Será el mejor regalo que habrá hecho a la sociedad, y os puedo asegurar que han sido muchos,
innumerables.
No diré quién es, porque mi amigo era muy conocido en ciertos ámbitos, no solo de España sino de medio mundo.

Es curioso como poco a poco me voy quedando solo. Mis amigos me abandonan. De guiarme por la salud, yo sería el último.
Hace años, no tantos, habría estado entre los primeros; y mejor no hablar de mucho más atrás. En principio yo no debería haber llegado a los treinta. Mis amigos, prácticamente todos excepto Artur,
mi amigo hermano de aventuras, fueron muy conservadores en lo que respecta el riesgo y la aventura. Tanto él como yo hemos vivido al filo y buscado el límite. Algo más yo, debo reconocer. Y ahora ya ves.

Pero dejemos la historia para quienes prefieren relamerse en el pasado, porque decidieron abandonar el futuro. Dejemos que sean otros los que escriban batallitas de abuelos. Nosotros hemos de mirar al frente y buscar el modo de rectificar el futuro.
El futuro es para los soñadores que no se rinden, para quienes construyen castillos en el aire. No para los que se quedan sentados frente al ordenador, pensando cómo explicar por enésima vez su aburrida historia. Por ahí ya pasé.

 

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