sábado, 23 de enero de 2021

Iba siendo hora

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Esta mañana me he levantado mirando el cielo, desapacible, triste y gris. Puede ser verano o invierno, el más duro de ellos, pero nunca me había sentido así, ni en los peores momentos, rodeado de nieve y a un paso de morir de frío. Nunca había sentido tanta desazón y, a un tiempo, ansia por romper este mal hechizo. Vivir en una ciudad de mierda y contaminación, rodeado de depresión y de gente que antes de levantarse ya se ha rendido, ciertamente no es lo mío.
Y por un momento he recordado aquella conversación con Artur, en la que ambos nos hicimos una promesa, ir allí donde nadie pueda encontrarnos y perdernos cuando uno de nosotros quisiera disiparse entre la energía del universo. Por supuesto, aún no ha llegado el momento o al menos eso creo, no obstante lo he llamado. Y esperaba mi llamada, la deseaba, y hemos compartido la necesidad de poner nuestros cuerpos al límite, desafiando la fortuna y la resistencia.

Y me siento más libre, mejor que esta mañana. Ahora ya sé que en poco, muy poco, pondremos a tono nuestros espíritus y los llevaremos, junto a nuestros cuerpos, al límite que tanto ansiamos. Y, por supuesto, esta noche llamaré a Anna. Sería una caña que nos acompañara y así con ella decidir una nueva aventura, esta vez quizá la última.

Ha llegado el momento de desempolvar la vieja mochila y llenarla con lo imprescindible.

 

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2 comentarios:

  1. Y perderse donde no llegue la impotencia.

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  2. El límite no lo conoces hasta que lo traspasas. No sé si el resto siente lo mismo que yo, pero necesito probar.

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