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Y es cierto amiga mía, los vientos de Agosto azotan la Mediterránea, la revuelven, son cambiantes y la desordenan, y de noche duermen y la calman. Y si de día sopla la Tramontana, el cielo se abre con un azul de limpio zafiro y de noche la Luna se reflejará en todo su esplendor.
Y sí, es cierto, el barquero, aún agitado por el difícil navegar del día, disfruta y se regodea ante tal espectáculo.
¿Qué siente? Se pregunta entonces. Supongo que la fascinación del contraste, de una mar tan mansa como traidora.
Mis amigos dicen que tengo un acuerdo con la Mediterránea, que de noche ella me dice como será de día.
Hubo un tiempo, cuando todavía no sabía escuchar el ruido de las suaves olas al romper de noche, que me sentí engañado por las Nereidas.
Joan y yo salíamos con dos madrileñas, preciosas y extremadamente valientes. Les apetecía navegar, miré el tiempo, miré la mar y nos lanzamos a la aventura de una complicada travesía. Estuvimos a punto de naufragar, la pericia de mi amigo y la decisión de tomar una temeraria y afortunada maniobra en el momento preciso, nos salvó del desastre.
Aquel día, solo llegar a puerto, tomé la determinación de aprender el lenguaje del mar. A partir de entonces escuchaba y medía su sonido, si seco o dulce, si rápido o lento, si corto o largo; y su suspiro cuando recula con arena o sin ella, profundo o superficial, bronco o tierno...
Las olas pueden ser pequeñas, tanto que el marino las confunde con la mar llana, pero su interior esconde la esencia de lo que son.
Y sí, es cierto, la Mediterránea de noche me dice cómo será de día, pero sin haber pactado acuerdo con ella.
La gente de tierra dice que la mar es traidora, que miente tan bien, que hasta al entendido engaña. Y no es cierto, la Mediterránea no engaña sino que tiene su propio idioma.
Al viajero le gusta entenderse con la gente y si no hace un esfuerzo, solo platica con los pocos que hablan su idioma. Pregunta con el suyo y casi siempre se le responde con el de la tierra que pisa; y cree que le dicen uno, cuando son dos, pero no se siente engañado, porque sabe que no entiende. La mar es igual, y creer que miente, cuando no se tiene interés en aprender su parla, es de náufrago iluso y prepotente.
Un beso con aroma de la Mediterránea.
Solo hay dos cosas infinitas en el mundo: el universo y la estupidez humana.
(Albert Einstein) .
Eres un hombre que bien o mal has vivido mucho, tienes diferentes perspectivas para todo. Conoces de todo un poco. Salvo volar como comentaste. Pero, aprender el leguaje del mar debe ser una tarea harto difícil, a mi me encanta escuchar su sonido, el mar es movimiento, agitado o sereno puede llenar los sentidos. Un saludo.
ResponderEliminarSiempre termino retocando el escrito, con más rabia que impotencia.
ResponderEliminar¿Qué día escribiré como me gusta?
Eurídice, eso es porque eres de tierra adentro y tampoco lo has necesitado.
De noche me gusta sentarme en la playa, cerca del mar; y cuando de día ha soplado viento y la noche lo ha encalmado, escucho cómo las pequeñas olas repican sobre la arena. Y no puedes imaginar la variedad de sonidos que tienen, hasta cómo rascan la arena de la playa, si la desplazan a un lado, si la entran o se la llevan, con qué fuerza lo hacen... Las olas pueden ser pequeñas, muy bajas... pero su sonido las delata, su frecuencia.
A mis amigos les fascina cuando predigo el mar que habrá por la mañana, si al mediodía se levantará y cómo lo hará, si lo pasaremos bien o mal...
Volar???
También he volado y en ala delta. Pero eso de lanzarme desde un acantilado con un traje de esos no, eso no, y debe ser una pasada.
Nada como el sonido de las olas cuando rompen en la orilla y estás acostado cerca dejándote mecer por ese sonido.
ResponderEliminarFeliz Año Pau, mucha suerte y a ver si ese libro ve la luz en el 2011.
Un beso y un brindis chin chin amigo