domingo, 7 de marzo de 2010

PRÓLOGO

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Habana Vieja


Hace poco, al salir del Metro di de bruces con un viejo amigo, filósofo y escritor.
- ¿Qué tal con tus viajes por Madrid?- Me pregunta.
Y es que la última vez que nos vimos llegaba de allí y ya estaba pensando en volver.
Mi amigo, enamorado de Amara, cómo no, fue uno de los que asistió a la gran fiesta, algo que me sorprendió agradablemente, y le regaló un largo poema, de los más bellos que haya leído nunca.
Tenía tiempo, llovía. Entramos en un bar para tomar un café y charlar un rato.
Hablamos de Madrid, de “la movida”.
La movida... Qué idea tan insustancial, pienso.
La movida madrileña fue un invento mediático, más que nada para contrarrestar el enorme auge cultural barcelonés de finales de los setenta a mediados de los ochenta.
- ¡Qué diferentes somos!- Le digo. -Voy a Madrid, entro en un bar a tomar un café, encuentro al camarero hablando con un cliente y, al servirme, me da razón de su plática. ¿Dónde has visto algo así en Barcelona? En ningún lugar. Nunca-
- Eso no es cultura- Me dice.
- No, claro, pero es la llave para ser la mejor de todas-
Nadie entiende mi razonamiento. Es complejo.
Aquí la gente “de cultura” se encierra en su urna. Solo sabe mirarse el ombligo y circunscribirse en su entorno cultural. Tiene los días contados.
Allí solo tienen un problema: la crispación. Se han creado dos bandos: el facha y el progre, y no se soportan.
En Madrid todo es extremo. Los fachas son muy fachas y los progres muy progres. Lo más curioso es que los primeros no se consideran fachas. Es como Pinochet, que no se creía dictador y asesino.
El día que lo superen se comerán el mundo.


A mi vuelta con el Metro pienso en mi viejo amigo, cómo éramos y nos hicimos. Caso tiene bastantes años más que yo, como quince. Un tipo interesante, de aquellos que tanto gustan a Amara y a los que tanto atraía. Mi amigo nada tuvo que ver con mi mundo. Lo conocí en unos momentos duros, me había arruinado y trabajaba en todo lo que podía darme dinero. A partir de entonces como matón y cobrador de imposibles. El que me contrataba tenía mucho cuidado. Sabía que podía confiar en mi, pero solo con trabajos de una característica especial: estafadores, gente que por ser dura se creía con poder de no pagar, gracias a cualquier subterfugio; chulos que habían visto muchas películas, que trepaban a costa de la candidez y el hambre de otros. Sabía que debían mucho a muchos, que estaban forrados y con el dinero a buen recaudo. Los hijos, la mujer, la amante... La comisión era grande, tanto como la dificultad y el riesgo, pero necesaria. Debía pagar mis deudas y empezar de nuevo.
Lisboa, Madrid, Valencia, Barcelona... hasta en un yate con guardaespaldas, que ya habían apalizado a un acreedor conocido. Y hoy, al recordar, me río de mi mismo.
Para algo debía servirme saber cómo informarme, llegar y que punto tocar. Tenía que ser mi último trabajo y era más favor que necesidad. Aquel tipo puso una dificultad añadida, no obstante haber sido avisado. Si no cedía mis honorarios serían mayores y los pagaría el. Y así fue. Parte de mi segundo velero salió de allí.
Al cabo de un tiempo lo encontré. Se había introducido en mi mundo con la adquisición de una gran tienda al mayor. Tropezamos en una feria, nos saludamos y me dio su tarjeta...
- Me interesa tu producto. Podrías enseñárselo a mi encargado de compras-
Mandé a mi socio. El tipo tenía mala fama, tanta que S tuvo reparos en visitarlo. No te preocupes, le dije, te pagará al contado.
Duró poco. La enfermedad, producto de la vida que llevaba, se lo comió.
Después de mi recuperación, mi primer cliente fue uno de los agradecidos por haber cobrado de un imposible y mafioso. Y me compró y ayudó con diseños, modelos y facilidades para encontrar proveedores. Hoy aún es cliente y buen amigo.



La vida da muchas vueltas. Mi amigo, escritor y antiguo columnista de literatura; jugador, borracho y poeta, fue el que me introdujo en aquel mundo. No sabía nada de mí, para él solo era el amigo de su compañera. Le caí bien, me dijo que daba la talla, que probara. No podía imaginarse hasta dónde estaba dispuesto a llegar, con tal de recuperarme y sacar mi familia adelante; tampoco lo preparado que estaba.
Mucho antes de organizar la fiesta, le comenté a mi amiga mi interés en dar una buena sorpresa a Amara.
- Cuenta con nosotros- Me dijo.
No podía creerlo. Pensaba que la lejanía y falta de contacto habrían enfriado la relación.
Luego pensé que al montarla tan lejos, con hotel, avión, coches de alquiler y tres días de fiesta continua, los echarían para atrás. No fue así y participaron en la fiesta más grande y bella que pueda imaginarse.

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Y justo antes de escribir pensaba cómo somos y nos hicimos.
No recuerdo, de tantos años, como la cultura hippie me afectó hasta tal punto, de hacérmela mía y transformarla a mi gusto.

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2 comentarios:

  1. hay heridas y heridas

    y demasiado madrileño que se mira el ombligo

    demasiados

    besos

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  2. Desde luego Pau, tu vida es de auténtica novela, a veces negra, a veces verde, a veces rosa, a ver cuando la aglutinas y nos la regalas... tu novela.Me gusta Madrid, pero el ambiente, su gente me parece demasiado intensa, y sé a lo que me refiero.
    Un beso

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