viernes, 16 de marzo de 2012

LA SUERTE

________________


Hoy he recibido un nuevo correo de Anna. Me cuenta que ha hecho amistad con un camionero chino, que gracias a él podrá escribir una vez por semana.
Mi amiga ha mejorado, parece ser que su enfermedad no era tan grave y tenía cura. En Tailandia y al poco de dejarla, conoció a unos doctores de Médicos sin fronteras, que atienden un campo de refugiados birmanos. Le diagnosticaron una extraña infección y la medicaron.
-Te hubieran encantado, Popol –me dice –Son pareja y se conocieron aquí, ella española y el argentino.
Anna se ha trasladado a una aldea del norte de Birmania, allí donde empieza el Himalaya.
-Estoy aprendiendo mandarín. Popol, tendrías que ver esto. Es una maravilla, algo muy difícil de ver, que poco a poco va desapareciendo. No puedes imaginar lo sana y sencilla que es la gente.
Cerca de la aldea, los chinos han construido un barracón, con internet y antena parabólica. También ha hecho amistad con Liu, la joven china que hace de secretaria, para que a los camioneros no les falte de nada.
Los chinos cargan los camiones con la madera de las talas y se la llevan, y los aldeanos en su lugar siembran adormidera. Su amigo pasa la semana conduciendo, según él, dos días y medio para ir, uno para estar con su familia, dos días y medio para volver y otro en la aldea.
-Tengo dos mujeres, una china y otra europea –le dijo en broma, ya que con ella solo comparte una fuerte amistad.
En mi respuesta no le pregunto si volverá algún día, no hace falta. Tampoco se lo pregunté en mayo, cuando estuvimos a punto de perderla.
Anna no podrá soportar mucho tiempo esas condiciones, nadie puede, ni siquiera ella. En el sitio donde está, una mujer de su edad con suerte ya es anciana; sin embargo, ella es fuerte y está vacunada contra todo. No sé qué pensar.

Hace unos días, harto de buscar a Lourdes por la red, pregunté a Artur si sabía algo de ella.
-Murió, ¿no lo sabías?
Un cáncer de mama, que precisamente se lo diagnosticaron poco después de nuestro último encuentro en Cadaqués.
A Lourdes, tras nuestra aventura en Perú, solo la vi un par de veces, la última hace años, muchos. Mis hijos tendrían catorce o quince, por tanto, hará catorce que no la veía.
El cáncer estaba muy avanzado para ser tratado con éxito. Lourdes siempre fue muy dejada en su salud.
Viajamos y vivimos en permanente aventura, entre bosques, selvas, ríos desconocidos, guerrilleros, soldados y asesinos. Pero no, a ella tanta cosa no le afectó y tuvo que ser un cáncer de mama.
Hablo de Lourdes mientras pienso en Anna. Y es que el futuro es incierto y nadie puede asegurar lo que puede depararle.

Amara me dice que siente celos.
Celos… ¿De quién? le pregunto alarmado.
De Anna.
Amara ha leído mi libro, pero no por eso debe sentir celos. La miro y sonrío. Amara no puede sentir celos porque no sabe qué es eso. Y si los sintiera, no me lo diría así, tan tranquila, ya que es algo que solo se confiesa con rabia.
Y al reírme de ella me habla de sexo, de lo que sentí por y con Anna, del amor que le profeso.
Seguro que es por mis historias y por tal como las cuento, con el corazón y el alma. Pero claro… eso no son celos sino sana envidia por no estar junto a ella.
Amara, antes de enfermar quiso entrar en Médicos sin fronteras.

.

4 comentarios:

  1. Pau... se nota que Anna es importante para ti, será lo que ha detectado Amara aunque no tenga celos.

    Te leo con atención, a veces me generas tristeza, otras sonrisa y alegría... o sea, me transmites vida. No es fácil hacerlo en una entrada de blog.

    Un beso!!

    ResponderEliminar
  2. Suelo corregir la sintaxis y el estilo de mis entradas, a veces dos y tres veces; pero no el fondo de ellas. En mi anterior tema lo he hecho, seguramente por haberlo escrito, justo después de leer el correo de mi amiga y por no saber expresar mis sentimientos correctamente.
    Posiblemente alguien dirá que no lo entiende, que cómo puede, un tipo como yo, llorar mientras escribe. No es la primera vez que lo hago. Lo hice al escribir mi primera novela y alguna que otra vez como ahora, pero siempre con los ojos secos.
    Hoy me pregunto qué debo sentir hacia mis amigos, pocos sin duda, para vivir sus alegrías y desdichas como si fueran mías. En mis escritos suelo hablar de ellas porque me marcaron con más intensidad, pero ahora ya nada tiene que ver el sexo, mientras que entonces solo importaba por lo que era y significaba. Por eso cuando hablo de las que fueron importantes en mi vida, las nombro como amigas-hermanas, más el amantes en caso que lo fueran, y por ese estricto orden, incluso al hablar de Amara.
    Anna es una mujer muy especial para mí y para todos los que la han conocido, pero no más que muchos otros. De alguna manera todos nos debemos lo que somos y hemos sido, unos más y unos menos. Quizá el pensar que ella es de las que más entregó, mientras que yo de los que menos, hace que me vuelque hasta tal y sea capaz de dejar la piel por ella.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Hay pocos hombres que se expongan a hablar de sus sentimientos como tu lo haces, por eso te leo con tanta atención.

      También he llorado (y reído) escribiendo para mi misma.

      Si ahora te sale volcarte en Anna, alguna razón de peso tienes, quizás esa reflexión sobre lo mucho que te dio y lo poco que le diste es la clave o quién sabe, parece que ella lo merece.

      Te leo...

      Un beso!!

      Eliminar
  3. Te admiro y te quiero. Me gusta tu vida, me gustas tú. Amara sabe de sobras, cuan tranquila debe de estar, es una extraordinaria mujer, por algo, ha transitado la vida a tu lado.

    Abrazo

    ResponderEliminar