miércoles, 21 de marzo de 2012

A GUSTO CON UNO MISMO

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Por un error de seguridad, exclusivamente achacable a mí y a un deplorable defecto de Twitter, volveré a utilizar mi viejo blog en Blogia, que parece haber solucionado sus problemas.
Durante un tiempo editaré en los dos sitios, hasta abandonar este, a menos que pueda solucionar el problema.
Espero que me sabréis perdonar por las molestias ocasionadas.



Irena sendlerowa
    Con el tiempo, la escritura me ha ayudado a expresarme. Eso es lo ganado, gracias a mi obsesión por dejar nota de mis ideas y movimientos, aparte de, ahora, poder contar mi historia en forma de libros.
    Durante la revuelta fue un problema, sobre todo de seguridad, hasta que aprendí a memorizar los organigramas que dibujaba en mi casa.
    Un estratega, y yo lo era, debe saber expresarse para que sus compañeros entiendan correctamente el mensaje.
    Estudiaba los problemas en casa. Dibujaba, sobre grandes papeles de embalaje, toda la preparación y el desarrollo del combate, hasta el más mínimo detalle; para, luego, quemarlos en la chimenea, ante el asombro de mis compañeros de comuna, mi auténtica familia.
    Aprendía la lección de memoria, las explicaciones y las previsibles preguntas, las alternativas y los temores, que siempre los había. Y antes de hablar pedía unos minutos de silencio y, sin repasar ningún apunte, exponía la situación, las posibles respuestas del enemigo, que para mí lo era, y todos y cada uno de nuestros posibles contraataques. Explicaba dónde aparcarían sus furgones y el por qué del lugar, cómo bajarían de ellos y dónde formarían las secciones, dónde situarían sus peones vigías, en qué cruces o frente qué tiendas o portales. Y cómo se moverían, en caso de ver una u otra cosa o el tipo de aviso recibido. Todo igual que en una gran y compleja partida de ajedrez, con sus posibles variantes, incluso cómo encauzar o reducir cualquier contratiempo.
    Y a duras penas lo conseguí, claro que sí, aunque fuera en forma de memorizado y torpe discurso. Mónica ni eso. Ella, sentada en su rincón, tomaba nota mental de lo que se decía, ya que, con la ayuda de Esteban, era quien debía ponerlo en práctica, jugándose el físico, la libertad y hasta la vida, por confiar en el criterio de un tipo que apenas sabía hablar. Solo el ingeniero y el químico lo hacían de manera convincente, con palabras inteligentes y bien puestas, la justa gesticulación y el tono adecuado. Tomás tampoco, el sólo afirmaba o negaba con la cabeza, mientras yo veía al resto observarme boquiabierto, siempre igual. Y después  de los primeros éxitos, más por la sorpresa ocasionada que por mi pericia, los descubrí demasiado confiados. Y es que, hasta el momento, todo lo dictado se había cumplido a rajatabla y con una precisión endiablada.
    Aprendí a hablar, poco y con justeza, porque, de salirme del guión, las palabras se me podían trabar en la lengua y de mi boca solo saldrían las menos adecuadas, confundiendo y prostituyendo la idea primigenia.
    Quizá fuera porque aprendí a desconfiar de mí mismo, a guardar unos espacios de seguridad, a preguntarme una y otra vez si mi idea era la correcta, a discutirla con la almohada o con la misma Mónica, cuando la compartía conmigo. Imaginaba tener frente a mí un comandante de la policía, tal como lo era Julio, para rebatirme cada uno de los puntos con su explicación detallada. Quizá el éxito se basara en mi propia inseguridad y en el esfuerzo que debí hacer, para que nadie me preguntara algo fuera del guión.

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    Escribo a vuelapluma, tal como me gusta y cuando mejor me sale, entre parada y parada, acompañando a Amara de médico en médico, de amigo en amigo. Encuentro las páginas llenas de apuntes, algunos sobre economía, otros sobre mis recuerdos con Lourdes en Perú; que serán parte de “El blues de Amara”, mi último libro, y que ahora, al saber de la muerte de mi vieja amiga, han cobrado una nueva dimensión.
    Entre las páginas de la libreta, encuentro dibujos de camisetas, más sencillos y modernos que los de pasadas temporadas, menos elegantes y más jóvenes. No sé si tendrán éxito, valorarlo ahora, que no se vende un pimiento, es una estupidez que no estoy dispuesto a practicar.

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    Hoy, después de tantos años que casi no recuerdo, valoro el resultado de haber escrito tanto y no puedo más que sentirme satisfecho. La mitad de mis viejos amigos han roto entre sí y algunos no me hablan, mientras que, con otros, la amistad se ha afianzado. Y sin sorpresas, igual que entonces; sin amargura, aunque con algo de pena, como si hubiese preferido equivocarme, aunque fuera por una vez.
    ¿Cuántos años han pasado desde que di comienzo a este blog?
    ¿Seis, siete?
    No lo sé ni me importa. Hoy leo lo que escribo y es lo mismo, solo cambio el estilo, supongo que mejorado, la sintaxis y algunas nuevas palabras.
    Solo Amara sintió perplejidad por lo sucedido. Ni siquiera ella ha sido capaz de aunar, de rellenar la grieta o recuperar los lazos perdidos, aun siendo la única a la que todos respetan.
    Es curioso lo que puede hacer contar la verdad en un sitio como este y, por mal que parezca, el resultado ha sido bueno, el mejor que cabía esperar, sin un maldito fallo. Los que la negaron fueron los esperados, igual que los que brindaron por ella.
    Mónica me dice que no hubiese hecho falta, que a ella no le importaba. Pero a Jep y a mí sí, y ahora también a Amara.
    La verdad puede traer sinsabores y problemas, pero los años terminan poniendo las cosas en su sitio; y su rédito, aparte de grande, es limpio. Hoy puedo decir que no me arrepiento de nada y lo celebro.


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13 comentarios:

  1. ¿Pero no eras hippie? Esto que cuentas no es de hippie ehhh... igual lo entiendo mal porque yo nunca fui hippie..... siempre me moví y me muevo pero a mi aire en el mundo ácrata. Me he sentido siempre cómoda, no conforme porque lo mio es discrepar y nunca me ha arrepentido de las muchas horas y tiempo dedicado ayer y ahora de nuevo en el movimiento 15M.......... pues eso... he hablado demasiado.

    Espero que el tema médicos vaya bien!!

    Besos y mucha salud!!

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  2. Los hippies éramos ácratas, los hippies de verdad, claro.
    El movimiento del 15M me fascina. Podríamos hablar largamente de él, pero no aquí. Tal vez por correo ordinario, si no te sabe mal.
    Esta historia no contradice mi espíritu ácrata. Tal vez sí el hippie, tan dado a la paz y a la gloria, pero solo en parte. Nada, del mundo hippie, decía que tenías que dar la otra mejilla. Yo, por lo menos, no era de esos.
    Viví bien e incordié poco, nunca me introduje en política ni era mi intención hacerlo, y, ni mucho menos, en la revuelta, hasta el día que me afectó directamente. Entonces hice lo que debía a mi manera, sin ningún prejuicio y hasta el final. Era una cuestión de honor, ellos o yo.
    Para combatir algo o alguien, desde el mundo de la paz y la gloria, solo cabe verlo, tratarlo y sentirlo como inhumano, perro, cosa... Eso es lo que personalmente hice.

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  3. Le haces a uno pensar en todas las personas que se me han ido alejando en el tiempo y en el espacio, algunas las recuerdo con cariño a otras con indiferencia. Ya sabes el lobo que pervive en nosotros. Una brazo y recuerdanos la dirección, si quieres, del antiguo blog.

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  4. Hmmm... el movimiento hippie lo veo más en esa línea de amor, paz y flores... que tiene su lado hermoso pero no me encaja con lo escribías hoy.

    Te mando un correo.

    Besos!!

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  5. Carlos, la dirección del viejo blog sale al principio marcada de azul. Solo clicando sobre "blog en Blogia" entras en él.

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  6. Laura.
    Nadie es igual. Un movimiento como el Hippie no puede ni podía regirse bajo reglas y, menos aún, estrictas. Los hippies no eramos una secta.

    En pocos días espero publicar el primero de mis libros. En él cuento cómo me convertí en hippie y lo que eso era para mí, que no necesariamente debía hacerlo con el resto. El hombre, si abierto, evoluciona y corrige, pero no suele olvidar sus orígenes.

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  7. Al que eras antes, no le conocía. El de ahora me gusta.

    Confieso mi debilidad por blogia y me alegra que vuelvas.
    Sigo con el mío de Blogia.

    un besito

    Luna

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  8. oh, he pasado por aquí y veo muchas noticias de un recuerdo o un pasado, pero incalculables para ahora también, esther. saludos.

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  9. ¡Qué cosas!
    Por mucho que quiera, no hay un artículo que no deba corregir.
    Esta vez, el único consuelo que podría tener es que fue escrito a vuelapluma; pero claro... solo un botarate se excusa con algo así.

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  10. Pau, yo había dejado comentario aquí, y si no es así, estoy peor de lo que me pensaba, leerlo lo he leído varias veces, no sé, sólo te diré que blogia es un buen servidor, yo empecé en él, aunque para mi, lo encuentro más limitado que blogger, y el que me parece mejor es wordpress, pero no para el tema fotos y demás, no sé, en realidad todos están bien. Espero con ilusión tu libro, ya dirás donde podemos conseguirlo, muchas veces me quedo con ganas de más, cuando cuentas tus vivencias, ahora podré leerlas de tirón.

    Un besito Pau, grandote

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  11. Calma. Bloguer a veces hace cosas raras como la que cuentas. Yo, por lo menos, no he recibido tu primer comentario.
    Es cierto que Bloguer, con las últimas mejoras ha adelantado a Blogia, aparte que esa última ha reducido sus prestaciones. Además, los problemas de seguridad venían de Twuitter y ya han sido solucionados. En principio podría olvidarme de Blogia, pero Bloguer censura con bastante facilidad las fotos y eso no lo puedo permitir.
    Un abrazo.

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  12. "Para combatir algo o alguien, desde el mundo de la paz y la gloria, solo cabe verlo, tratarlo y sentirlo como inhumano, perro, cosa... Eso es lo que personalmente hice."
    Ay, Pau, que me sale de nuevo la vena protectora y reivindicativa del perro y su mundo. Tú sabes lo que siento por ellos...
    En fin, me gusta pasar y leerte. Y agradecerte la coherencia. Yo no he sido hippie. Ni casi nada. Y eso que vivimos los mismos años. Es curioso esto de los puntos de vista. ¡Cómo se nos olvida que la vida es más grande que nuestro ombligo! ¡Y que hay vida más allá de Marte!
    Un besazo, amigo...

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    Respuestas
    1. Hola Dama.
      Lo siento, es la segunda vez que me llamas la atención. Posiblemente los perros no me gusten tanto como a ti, pero si casi. Eso de tratar a las personas como a perros es una cuestión semántica, que nada tiene que ver con la realidad. Hace mil años me acostumbré a llamar perros a los antidisturbios, de la misma manera que hago ahora, ya que son los mismos.
      Matar un perro sería lo último que yo haría, sin embargo...

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