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Pili no entiende como no me he roto nunca nada. Digo ella porque es la que más me conoce.
Quizá sea suerte, quizá pericia... Dice Amara que soy tan poco elástico como buen equilibrista, cosa rara, ya que generalmente van acompañados; y que siempre caigo como los gatos, de cuatro patas. Y no es así, ocurre que no caigo. El truco es tirarse. Si ves que vas a caer, por ejemplo, de una escalera, no lo dudes, tírate.
No soy el único, Albert, mi amigo-hermano, aun siendo mucho más animal que yo, no tiene un rasguño.
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Casi no escribo, en cambio tengo la libreta llena de historias impublicables en su mayoría.
Las navidades, los regalos, los amigos...
En mis ordenadores entró un virus, un gusano que se introdujo a través de una felicitación navideña. En uno de ellos, el que utilizo normalmente, fue especialmente virulento, tanto que tuve que cambiar el disco duro.
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He terminado “Los hombres que no aman a las mujeres”. Me ha gustado, pero no hasta el punto que se dice por ahí, ni la escritura ni la historia.
A veces me pregunto qué puede sorprenderme, que turbe mi inteligencia y personalidad.
Algunos libros lo han conseguido. Cuentan historias de hombres normales y sencillos; relatos que han sobresaltado mis sentidos.
Este mundo es más simple de lo que la mayoría imagina, sin embargo, son muchos los que podrían escribir una novela como “Los hombres que no aman a las mujeres”, diez de ellas... sin necesidad de echar mano de la imaginación y sí de la memoria.
Con los años, uno tiene la tentación de pensar que ha vivido mucho, de caer en la autocomplacencia.
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El domingo estuve en JazzSi. Si no fuera por mis amigos norteamericanos, con mucho hubiese sido el más viejo.
¿El más viejo?
No creo. Quizá el más mayor, pero no el más viejo del local.
Me encantó, pero lo mejor es que no me sentí desubicado.
Algunos de los presentes se sentían incómodos. Quizá pensaran que sería una tarde de jazz tranquilo, en una mesa, una cerveza y unos amigos para charlar.
A medida que el local se llenaba –terminó abarrotado- la gente apilaba las sillas y las mesas. Muchos entraban con instrumentos: saxos, guitarras, bajos... subiendo al escenario con riguroso orden.
Jazz, Blues, Pop... una maravilla.
El próximo domingo volveré, esta vez con amigos jóvenes, que no se cansen con tanta facilidad.
Ahora ya sé que no moriré siendo viejo.
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Mi brazo, el izquierdo, va recuperando su fuerza.
Mucha disciplina y utilizarlo como si del derecho se tratase. Es la cura que me he impuesto para evitar que el especialista, amigo de Amara, cómo no, termine infiltrándolo.
Es posible que ya no pueda escalar los rompientes, es posible; pero...
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El Metro no se llena como antes, las calles tampoco de coches. El consumo de tabaco ha bajado, igual que el de alcohol y el de gasolina.
Las ventas de mi empresa, que pude mantenerlas al principio de la temporada, han caído. No ha sido demasiado grave, ya que los artículos eran mejores, más elaborados y costosos; por tanto, con más plusvalía. Lo peor no es el descenso sino el futuro que me espera, la lucha inmensa.
Mis ventas caen porque no hay semana que no pierda un cliente. Las tiendas cierran y las deudas que dejan, ni siquiera las puedo situar en los balances como morosidad. Las pongo en pérdidas y punto. Prefiero no dar vueltas al asunto.
Cada día me hablan de un nuevo parado. El hijo, el sobrino, la cuñada... en algunos casos: los hijos, el matrimonio...
Es un joven amigo, treinta años, viene todas las mañanas, le presto el despacho que no uso para que repase su correo, las respuestas de los currículos que envía. También llama por teléfono. Para algo debe servirme tanta tarifa plana.
- Tengo una entrevista en Madrid y otra en Bilbao- me dice.
Le pago la comida. Veo como la mujer de mi socio le da, con suma delicadeza, algo de dinero. No lo pide, ella tampoco nos lo cuenta. Lo hace simulando el pago de algo. Él se queja, no quiere más favor del que le hacemos. Y veo como ella se lo pone en el bolsillo de la chaqueta colgada del perchero.
Hace poco mis amigos prestaron dinero a uno de ellos. Pusieron una cantidad cada uno, bastante elevada por cierto. No llegué a tiempo. Cuando quise remediarlo me dijeron que ya estaba solucionado, que suficiente problema tenía con Amara.
Mi socio ayuda a su suegra y a su cuñado. Viven solos y él se ha quedado sin trabajo. El empresario ha huido, lo ha dejado en la calle con lo puesto y adeudando cuatro meses de salario.
-¿Y el paro?- Le pregunto.
-Era autónomo- Responde.
Y no entiendo nada.
Sé que la gente empieza a trabajar por mucho menos de lo que cobraba. Mis predicciones se cumplen. No hace falta bajar los salarios, renegociar los convenios. La ley de la oferta y la demanda funciona como un reloj.
El IPC seguiría cayendo si el gobierno dejara de subir los impuestos. Pero claro, eso no queda bien. Deben anunciar que la deflación ha sido frenada, aunque sea a costa del transporte público, el tabaco, la electricidad, la gasolina... y, en último término, la subida del IVA.
Estúpidos.
Bueno, me digo, es lo que toca, una de las soluciones para reducir el consumo y ajustar la balanza. Aunque no sepan por qué, aciertan en el remedio.
Algunos dicen que ojalá prosigan por este camino. La mayoría piensa que no, que mejor animar el consumo. Yo también lo veo así, pero por todo lo contrario. Prefiero que se rompa el sistema, que quiebre.
Los estúpidos no merecen seguir gobernando. O sí... vete a saber. Después de todo, cada pueblo tiene el gobierno que merece.
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Es curioso como el tiempo cambia la percepción del pasado.
A veces, cuando me encuentro con algún viejo amigo, veo reparo en su mirada, vergüenza o miedo.
Lo encuentro con un compañero, con hijos... y se preguntarán: qué contará de nosotros este tipo. Quizá no sepan situar en sus vidas aquellos días de desenfreno, de placer y sexo sin condicionantes ni prejuicios.
Albert, mi amigo-hermano, cuando estamos solos es uno, pero con Amara es otro. No se siente cómodo, se pone nervioso y su ojo parpadea sin cesar.
Sus amigos son distintos, casi todos médicos o enfermeras. Me gustan, me caen bien, saben estar. Tres, cuatro años mayores que ella.
Cuando los visito por cualquier problema, me miran a los ojos sin vacilar y pensando cómo solucionarlo. Soy un paciente, no el compañero de su amiga, un tipo como ellos, con el que tienen una cierta relación.
Son dos, siguen siendo amigos y comparten despacho y especialidad. Famosos como médicos y deportistas. Rugby, vela... A Amara siempre le han gustado los tipos fuertes y grandes, sin complejos y muy cultos. Para ella eso último es indispensable. Debe pensar que los inteligentes follan mejor. Lo seguro es que mientras lo hace no habla de literatura. A Mónica le encantaba estar con ellos y en eso no afina tanto. Es más directa y no le da tantas vueltas al asunto.
A Amara le gustan los tipos inteligentes, seducirlos con gestos y palabras, con exquisitez. A Mónica eso no le va, para ella es ir de sexo débil, en cambio es terriblemente seductora. Le sale sin querer; y cuando le explico que aquel tipo se muere por sus huesos, que ha caído en su red, me mira incrédula y me río de su asombro. No se da cuenta que cuando un tipo le gusta lo mira distinto. Sus oscuros ojos, su profunda mirada, lo devoran; y junto a su ternura e imagen de inocente muñeca, hacen una combinación explosiva e irresistible.
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Termina la visita. Hay gente esperando, pero aún utiliza unos minutos más. Es... son rápidos conmigo. A veces hasta sienten un cierto reparo por eso. Lo noto y bromeo...
- Es una suerte que venga con la lección aprendida, que en pocas palabras os detalle el problema de manera tan precisa-
Y sonríen...
- ¿Cómo está Amara?-
Y sé que es una pregunta sincera, cargada de cariño y sin convención. Quieren saber como se siente anímicamente, el estado de su indomable espíritu, porque del físico están más enterados que yo.
Todos se conocen y se hablan, y sus conversaciones son técnicas y de gran precisión; y, aunque no lo confiesen, las radiografías y resonancias de mi compañera pasan de mano en mano, están en la base de datos y las buscan para estudiarlas y comentarlas.
Es una amiga y está jodida. Es una compañera que haría lo que fuera por ellos, que lo ha hecho.
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Y recuerdo que, al terminar la fiesta, después de despedirse, Amara me dijo divertida...
- Me han pedido que si hay una próxima vez me disfrace de enfermerita-
Y me río... es un antojo. Son jóvenes, médicos que empiezan a ser famosos, uno de ellos olímpico, tienen lo que quieren; pero, mira por dónde, su fantasía es hacérselo vestida de enfermera, de enfermerita, para ser exactos.
- ¿Lo harás?-
- ¿Por qué no? Mejor aún. Mila quiere volver y sé que a ellos les atrae un montón, van como locos tras ella. Se lo explicaré y miraré de convencerla-
Ni falta que hace decirle, que la historia puede tener un punto de humillación, que podría ser degradante para ellas. En su caso Mónica los hubiera mandado a la mierda. Sé que lo sabe, como también que es el antojo de unos buenos amigos. ¿Qué más da? Ella seguirá siendo quien es y les dará el gustazo. Amara es así.
La veo callada, pensativa, pero excitada.
-¿Qué piensas?-
Y se ríe...
- Los voy a deshacer. Puede ser de lo más morboso-
Y me pregunto si aún puede deshacerlos más. Y pienso que a ella también parece excitarle la idea.
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- Los malos siempre ganan, tienen más mala leche y menos escrúpulos-
Eso nos dijo Tomás cuando empezó la revuelta.
- Los que van a la suya, que no se distraen por nada ni por nadie, que no esperan ayuda y confían en ellos mismos, suelen ser los que consiguen sus objetivos-
Le hicimos caso, aunque tampoco hubiese hecho falta. Ya nos habían convertido en alimañas o quizá nos escogieron por serlo.
Hace unos días, no sé a santo de qué, recordé aquellas palabras e intenté recordar qué sentí entonces.
Había cogido una bici para visitar a un proveedor. Clientes, proveedores... todos se sorprenden al verme llegar. Hacía frío, había llovido y el suelo estaba resbaladizo, no obstante fui a la estación del Bicing. Podía escoger.
Me sienta bien el frío en las mejillas, me ayuda a pensar, imaginar los modelos o eso creo. Lo cierto es que me satisface y me despierta.
Cuando una historia, una conversación me viene a la memoria, me gusta rememorar los sentimientos que la acompañaban.
Éramos jóvenes, pero nos habían preparado para lo peor, incluso para contrarrestarlo.
Para vencer debes ser el peor, el más despiadado.
El odio, la rabia, la impotencia no te hacen más cruel, sino la indiferencia.
El odio humaniza. Si odias a tu enemigo puedes terminar perdonándolo, incluso sentirlo próximo. Si te es indiferente, nunca lo verás como un igual.
Hay quien lucha por la libertad y quien lo hace para evitarla. Todos luchan por algo que creen, pero solo uno de ellos es un hijo de puta.
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Me gusta tu vida Pau, me gusta mucho, todo lo que cuentas, como sientes, tus reflexiones, tus escritos son un compendio de cosas con sentido y sentimiento, y como muy bien dices... nunca serás viejo, ya quisieran muchos de 40 tener las ganas que tu tienes de vivirla como tú. Yo no me suelo caer mucho, pero ayer me di un tajo con un cuchillo jamonero y no veas... lo que si comprobé es que las plaquetas me funcionan bien, algo es algo. ¿Dónde está esa sala de Jazz?. De impuestos y gobierno... mejor no comento, pero si, es complicado visto desde dentro, y desde fuera... más.
ResponderEliminarUn beso Pau
Hola, Pau.
ResponderEliminarHe llegado aquí a través de Riada, y me ha gustado lo que has escrito. Y el vídeo de Jazz. No conocía la sala, pero inmediatamente la he buscado en Google, iré. Me gusta mucho ese tipo de música. Yo bailo swing (Lindy hop).
Si no te importa, te seguiré.
Hasta pronto.
Ya sabes Calma. Te debo una y el día que quieras quedamos. Solo te pido que sea Jazz.
ResponderEliminarEn JazzSí se toca de todo, cada día una cosa distinta y está en el Raval de Barcelona.
AH! Maikix. Seguirme es difícil, sobre todo si no me conoces de tiempo.
JazzSí es una sala o club -depende de para quien- muy divertido. Es el lugar de encuentro del Taller de músics, una escuela fantástica sita en la misma callejuela.
Gracias por ese buen blues-jazz tan formidable. Hacía mucho que no oía una sesión tan buena.
ResponderEliminarEn otro orden de cosas, creo que tenía razón tu amigo Tomás: los malos siempre ganan por su falta de escrúpulos. Me parece que ese es uno de los secretos más sencillos y ciertos de esta vida: como tengas escrúpulos estás perdido ... en todo, sea lo que sea. Es una triste verdad, pero, por desgracia, es real como la vida misma. Y, cuesta mucho, pero es mejor aprender a aceptarlo cuanto antes, incluso cuando ya no sirve de nada aceptarlo.
Un abrazo.
Hola Pau, ya te he redireccionado bien en mis enlaces. Hacia tiempo que no te visitaba y he disfrutado haciéndolo tanto por la buena música cuanto por esos buenos pensamientos expresados con esas buenas palabras.
ResponderEliminarSi yo fuera más "ducha" en esto de la informática y de Internet, trasladaría también mi blog a otro servidor, no a Blogpost, que ya estuve ahí y tuve que p<sarme a Blogia porque no hubo manera de que lo hiciera funcionar bien, tal vez a wordpress, pero como de "ducha" nada de nada, y como prefiero invertir el tiempo que tengo en otras cosas, me aguanto y me quedo en Blogia, que a mí tampoco me funciona tan mal.
Un abrazo libertario, amigo Pau.
Hannah
¿Estaremos alguna vez de acuerdo?
ResponderEliminar¿ Los malos siempre ganan?
¿No será que les dejanos ganar?
Y por supuesto tampoco estoy de acuerdo con lo de los escrúpulos
¿ Que hacer entonces, dejarnos perder?
Un profesor me dijo hace muchoas años.
" Dicen que todos tenemos un precio. Si con el paso de los años ustedes no saben aún cual es el suyo, me doy por satisfecho"
Le aseguro sr. o sra. Dinosaurio, que desde luego no tengo precio en la actualidad y no lo tendré nunca.
Se pierde el que quiere...
Un abrazo
Y cuídese don Pau.
ResponderEliminarLos años no perdonan por muchos saltos de trigre que practique usted.(risas)
De golpes y caida no voy a decir nada.
Llevo una racha...
Me conmueve, querida Luna, la candidez que gasta.
ResponderEliminarHay, en el mundo, quien se mueve con el corazón. Para ser claros: que en sus acciones utiliza más el corazón que la cabeza. Hay quien se mueve con un combinado equilibrado (tanto de uno como de otro). Y hay quien solo utiliza la cabeza.
Esos últimos son los que nos gobiernan, no lo dude, porque para llegar han tenido que pisar lo que no hay en los escritos.
Es probable. No me preocupa.
ResponderEliminarHe llegado donde he querido llegar sin pisar a nadie.
Si se presentara a las próximas elecciones, tendría mi voto, no lo dude.
Es curioso. Cuántas veces habré oído lo de que es mejor ser un hijo de puta. Yo no sé, y quizá sea por eso por lo que perdí el negocio.
ResponderEliminar¿Has leído "En la carretera" de Cormac McCarthy? Hazlo, se hace de un tirón y te deja sin resuello.
ResponderEliminarMañana mismo lo buscaré, Sebastián.
ResponderEliminarSebastián.
ResponderEliminarNo es por molestar. Es una mala idea. Es un libro asfixiante, se lo aseguro. je,je.
Un beso a los dos.
A ver si salgo de esta, tengo ganas de veros.
Con el poco tiempo que tengo, creo que esperaré a que os pongais de acuerdo antes de comprarlo.
ResponderEliminarCreo que un libro que te puede gustar muchísimo es. Dios de agua de Marcel Griaule.
ResponderEliminarBesos