viernes, 3 de mayo de 2019

Traspasar el límite y VIVIR

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Hoy he recibido la confirmación de que mi amiga-hermana-amante Anna ha vuelto a casa.

Los hay que han de morir estando plenamente activos, y los que lo han de hacer con las botas puestas. Los primeros se resisten a hacerlo, mientras que los segundos lo buscan. Y yo me temo que tengo parte de los dos.
Algunos amigos dicen que utilizo la extrema actividad mental y física para sentirme vivo, sin embargo, Anna hace mucho me dijo que yo buscaba traspasar el límite quizá para no enfrentarme a una muerte triste, en la que el ser humano se apaga poco a poco y en silencio.

Y hoy, que por vez primera he pensado en ello, me habría gustado tener a Anna frente a mi para poder decirle que tenía razón, pero para los dos. Ella y yo buscamos lo que para nosotros es la mejor manera de morir, que es traspasar el límite, sin duda ella más que yo. Y si no lo hemos hecho es porque en el último momento, tanto uno como otro decidimos que mejor dejarlo para la siguiente ocasión.

Y hoy no puedo más que alegrarme de haber salido entero, con vida, sin tara ni afectaciones, de todas las veces que ambos hemos buscado y encontrado este límite, sin haberlo traspasado.

¿Sin haberlo traspasado?
Bien mirado, demasiado lo hemos traspasado, tanto que quizá haya que dar las gracias a la suerte.

¿A la suerte?
Si reviso la historia tal vez debamos achacarlo al instinto de supervivencia.
 
¿Al instinto de supervivencia?
No sé, quizá sea aquello de que la osadía tiene un premio.
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