lunes, 2 de enero de 2012

...EL BLUES DE AMARA... (Una Noche Vieja)

__________________________________________________



-Hace tiempo que no llaman.
La miro… No sé si reírme, como siempre hago, o tomármelo a pecho. En realidad lo que debería haber dicho, es que hace tiempo que no habla con él.
-¿Qué estarán haciendo?
Lo normal, podría responder con ironía, pero prefiero el silencio. Jep no hace nada que ella no se entere, sin que le aconseje, cuide.
-No sabe vestirse, la imagen no acompaña a su categoría –me dijo un día, preocupada porque nuestro amigo debía dar una conferencia, siendo obvio que para Mónica la imagen siempre ha sido lo de menos.
-¿Qué hacemos? –Me preguntó un día, no recuerdo el año, al enterarse que Jep no podría estar por Noche Vieja. –No podemos dejarlo así como así.
-¿Qué quieres? ¿Ir con él a París? Puede ir Mónica si quiere –espeté sin cuidado.
Como respuesta se encogió de hombros. Aquel día estuvimos a punto de discutirnos, no por él y su presunta soledad sino por el tono de hastío de mi respuesta. Pero Jep llegó a tiempo y estuvo entre nosotros. Por la noche, después de las doce campanadas, que, como siempre, tuve que tocar yo, bailamos, él con ella y Mónica conmigo.
-Hacen buena pareja –me dijo mi amiga, antes de darme un beso. –Siempre temo que un día desaparezcas con Amara, por no poder resistir tanta presión.
Aturdido la miré a los ojos, yo sentía el mismo temor hacia ella, solo que nunca me atreví a confesarlo. Nos sentamos, cada uno con su pareja, compañera… pero, cuál es la mía, si ya he perdido la cuenta.
Amara se viste como me gusta, con lo que le compro con tanto cuidado, y su corte de pelo es de mi agrado, dejando su largo cuello descubierto; y me habla y acaricia con ternura, pero tendría que ser ciego para no darme cuenta a quién todo va dirigido. Mónica alza la vista y me mira, sus ojos denotan burla, igual que su torcida sonrisa. Nada se le escapa o quizá es que ha notado lo mismo de Jep.
Ahora bailamos, esta vez cada uno con su compañero.
-Estoy enamorada de dos hombres, Popol, y no quiero perder ninguno de los dos. Cuando cada mañana vas al trabajo, siempre temo no volver a verte, y al oír que llegas me entran ganas de llorar de alegría. Eres mi amigo y mi compañero, no lo olvides nunca.
Muy cerca Mónica y Jep bailan abrazados. Algo más lejos Mila charla animadamente con Biel y Anna, mientras Joan y Vicki lo hacen con una pareja que ninguno de nosotros sabe de dónde ha salido. Y recuerdo las palabras de Mónica en el 2CV, de vuelta de La Cerdaña, después de nuestra primera aventura tantos años atrás. La misma idea, el mismo sentimiento, casi las mismas palabras.
Un día, tal vez fuera el de su extraña declaración, Amara me preguntó qué pretendía de ella. –Que seas libre, absolutamente libre, tanto que lo perdería todo por tu libertad, incluso a ti misma –respondí entonces, igual que haría ahora.

________________________________________________

Un cantante alcohólico vocifera como un energúmeno unas horribles canciones, mientras Amara y Jep bailan y se acarician. Mónica y yo también bailamos, pero sin mostrar tanta pasión, y Xenia, la hija de nuestros amigos, asiste impasible a nuestra demostración de amor junto a su compañero, de la misma manera que ahora hace un año, lo hicieron mi hija y mi yerno.
Ya no fingimos, hace tiempo nos cansamos de simular y guardar las apariencias, ahora ya solo guardamos lo que fuimos, nuestra vida secreta, que en poco tiempo y tras la edición de mi segundo libro, quedará al descubierto.
Cojo la botella de Cava y arrastro a Jep hasta un reservado, para resguardarnos del atroz ruido. Amara y Mónica siguen bailando, esta vez en compañía de Xenia. Y hablamos de amor y de sexo con el compañero de su hija, que nos ha seguido, no sé si por la botella o por huir del enloquecedor ruido, que escucha en silencio la intensa conversación sobre nuestras antiguas amantes, lo que fueron y en lo que se han convertido, lo que hicimos y dejamos de hacer con ellas. Y explico que sigo buscando a nuestros viejos amigos, hombres o mujeres, me da lo mismo. Le hablo sobre mi reencuentro con Carlota, de su hija, tan bella y desinhibida como ella; de Inma, famosa actriz de cine y de teatro, a la que apenas conoció; de Lourdes, a la que parece que la tierra se la haya tragado.
-El poder de la red es inmenso, todos terminamos saliendo.
-Yo no, no salgo en ninguna de esas redes sociales –responde.
Y me río, porque Jep, como Anna, es de los que más salen. Solo hay que escribir su nombre en el buscador y seguir su rastro. El de Anna se pierde a partir del 2008, cuando marchó a la selva, pero qué más da si ya sé dónde está. Y hablamos de ella, de cómo hacía el amor, pero no de lo sucedido en Birmania. Y le hablo de mi largo período de impotencia y cómo con su ayuda conseguí solucionarlo. Me sorprende que no lo supiera, que Mónica fuera tan discreta en eso, cuando fue quien llamó a mi querida amiga, para ponerla al corriente y preguntarle qué debía hacer para solucionar el mal.

.

1 comentario:

  1. Me gusta la libertad que se respira en tu vida y en tus escritos.

    Es un mérito ganar esa libertad.

    Un beso.

    ResponderEliminar